1 – Habiendo sido establecida la valoración de la fase mundial consecutiva a la segunda guerra imperialista, y habiendo quedado claro que la consolidación, luego de dos victorias, de las grandes centrales capitalistas imperiales no coexiste (como no podría coexistir y convivir) con la consolidación de un Estado obrero que construiría socialismo en Oriente, sino que se trata de la relación entre formas de capitalismo maduro y formas de capitalismo reciente y joven, que pueden sea encontrarse en una economía mercantil mundial única, sea llegar a conflictos armados para la disputa de las áreas de mercado, siendo muchas las posibles líneas de fractura, la atención debe ser dirigida al paso, en Occidente, del pleno capitalismo a la sociedad socialista. Aquí se trata de una revolución no doble, no «impura».
2 – Así como hemos reducido los datos «oficiales» de Stalin acerca de la economía social rusa a los elementos clásicos que definen el capitalismo, venciendo de este modo a las dos tesis según las cuales esos mismos datos corresponderían a la forma socialista o a una forma «nueva» desconocida antes por el marxismo (la segunda tesis es más catastrófica que la primera), de la misma manera los datos de la economía de Occidente, y, en primer lugar, de los EE.UU., aun tomados de la fuente «oficial» de la infecta propaganda del «mundo libre», coinciden totalmente con la descripción marxista del capitalismo, de la que se deduce, sin escapatoria posible y en oposición a la apologética de equilibrios y progresos, el curso de las crisis internas de la producción, de las guerras por los mercados, del derrumbamiento revolucionario, de la conquista proletaria del poder con la destrucción del Estado capitalista, de la dictadura proletaria y de la eliminación de las formas burguesas de producción.
3 – Una vez que el modo capitalista de producción ha sido instaurado, no puede sostenerse más que acrecentando continuamente, no la dotación de recursos e instalaciones aptos para una vida mejor de los hombres, con menores riesgos, tormentos y esfuerzos, sino la masa de mercancías producidas y vendidas. Al crecer menos la población que la masa de los productos, éstos deben transformarse en mayores consumos (cualesquiera sean),y en nuevos medios de producción, entrando así en un callejón sin salida. Este es el carácter esencial, inseparable de la acrecentada fuerza productiva de los mecanismos materiales que la ciencia y la técnica ofrecen. Cualquier otro rasgo relativo a la composición estadística de las clases y al mecanismo – influyente sin duda alguna – de las superestructuras administrativas, jurídicas, políticas, organizativas e ideológicas, no es más que secundario y accesorio, y no modifica los términos de la antítesis fundamental con el modo de producción comunista, contenida de manera plena e invariante, desde el «Manifiesto» de 1848, en la doctrina proletaria revolucionaria.
4 – En toda la economía mundial se verifican y se repiten, es más, se refuerzan, en conformidad con las leyes que han sido deducidas sobre todo de los ciclos del capitalismo inglés, los caracteres del advenimiento y del proceso del capitalismo fijados en la monolítica valoración de Marx: sucesivas y despiadadas expropiaciones de todos los poseedores de reservas de mercancías y medios productivos (artesanos, campesinos, pequeños y medianos comerciantes, industriales, ahorristas); acumulación del capital con una masa cada vez mayor, en sentido absoluto y relativo, de instrumentos de producción que son aumentados y renovados sin pausa (y también sin razón), y concentración de estas fuerzas sociales en un numero cada vez menor de «manos» (y no de «cabezas», lo que es un concepto precapitalista), creándose así gigantescos complejos de fábricas y empresas de producción, antes desconocidos; extensión incontenible, después de la formación de los mercados nacionales, del mercado mundial, disolución de las islas cerradas de trabajo-consumo supervivientes en el mundo.
5 – Esta serie de afirmaciones de un proceso que presenta un ritmo muy superior incluso al esperado por nuestros teóricos está dada en primer lugar por la economía estadounidense, por los datos de su producción y por su mismo desarrollo interno en continuo incremento. La cuestión está entre la posibilidad de un desarrollo continuo y sin sacudidas de semejante forma social, y la espera de duras sacudidas, de crisis profundas y de conmociones que lleguen a golpear las bases del sistema. Son suficientes para darle una respuesta los sucesos de dos grandes guerras mundiales y de una crisis gigantesca de todo el aparato económico que estuvo intercalada entre ellas, como así también la inestabilidad, en todos los sentidos, de esta agitada posguerra, de manera que yace hecha pedazos la descripción de esta sociedad como próspera, encaminada hacia una nivelación del tren de vida y de la riqueza individuales, que estaría compuesta por una clase media sin clases extremas, y, por añadidura, carente de abiertas luchas sindicales y de partidos con un programa anticonstitucional. Actualmente, incluso el análisis más banal de la infraestructura norteamericana permite relegar entre los fantasmas del pasado al viejo Estado administrativo, federativo, no burocrático y no militar, que se contraponía a las belicosas potencias europeas en lucha desde hace siglos por hegemonías: a este respecto, los datos de los EE.UU. superan de lejos todos los índices absolutos y relativos del mundo y de la historia humana.
6 – La descripción de semejante economía, aun basando por un momento las deducciones sobre las solas relaciones internas, que son ensalzadas como estables en medio de la inestabilidad confesada de las cuestiones internacionales (pues se ha renunciado, por otra parte, a la vieja teoría del desentenderse de los asuntos exteriores y extra norteamericanos), lleva directamente a la confirmación de todas las leyes marxistas y a la condena histórica del modo capitalista de producción, al que nadie puede parar en su carrera hacia la catástrofe y la revolución.
La masiva red norteamericana de establecimientos e instalaciones, que posee la supremacía mundial, y la industrialización llevada al máximo de toda esfera de actividad, muestran una sociedad que las supera a todas en cuanto a dominio del «trabajo-muerto» (Marx), o capital cristalizado en máquinas, construcciones y masas de materias primas y semielaboradas, sobre el «trabajo-vivo», esto es, la actividad incesante de los hombres vivientes en la producción. La tan encomiada libertad en el plano jurídico no puede disimular el peso y la presión de este cadáver que gobierna los cuerpos con vida.
7 – El aumento del nivel de vida del trabajador, por lo que se refiere a la masa de sus consumos reducidos a una misma medida de valor, no es más que la confirmación de las leyes marxistas de la productividad creciente del trabajo. Causan impresión las estadísticas de ciertas fechas cruciales: 1848, 1914, 1929, 1932, 1952, pero ellas no hacen sino ilustrar el desarrollo previsto del ciclo. Si se alardea de un aumento de salarios en diez años de un 280 %, mientras que el aumento del costo de la vida ha sido de un 180 %, quiere decir que el obrero con un salario de 380 debe comprar 280, o sea, que la mejora se reduce a un 35 %. ¡Al mismo tiempo, se admite que la productividad ha aumentado un 250 %!. Así, pues, el obrero que da tres veces y media recibe sólo una vez y un tercio: la explotación y el plus valor han crecido enormemente.
Queda completamente aclarado que la ley de la miseria creciente no quiere decir descenso del salario nominal y real, sino aumento de la extorsión de plus valor y aumento del número de los expropiados de toda reserva.
8 – El incremento de la productividad del trabajo, que en todo el ciclo del capitalismo en los EE.UU. se ha visto multiplicada por decenas enteras, significa que en el mismo tiempo de trabajo se elabora una cantidad de productos decenas de veces mayor que en el pasado. Antaño, el capitalista anticipaba uno de fuerza de trabajo por uno de materias primas; hoy, la proporción es de uno de fuerza de trabajo por diez o veinte de materias primas. Si su margen de ganancia siguiera siendo el mismo respecto al valor del producto vendido, la ganancia vendría a ser diez o veinte veces mayor. Mas para ello seria necesario que esa cantidad de productos diez o veinte veces mayor encontrase compradores. Y entonces el capitalista se contenta con una «tasa de ganancia» menor y aumenta la remuneración del obrero, pongamos incluso al doble del valor real cada vez que la productividad se decuplica; al mismo tiempo, rebaja el precio de venta porque la mercancía contiene dos y no diez de fuerza de trabajo, y encuentra clientes en su mismo personal. He aquí la ley de la caída de la tasa de ganancia con el aumento de la productividad del trabajo y de la composición orgánica del capital (es decir, la relación entre el capital constante y el capital total). Ahora bien, todas las discusiones sobre la imposibilidad de la perdurabilidad de este sistema resultan y se apoyan en la verificación de la ley de la caída de la tasa de ganancia (que Stalin descartaba por imprudencia o por filo capitalismo).[1]
Contra estas posiciones (y cada vez más cuanto más evidentes y opresoras las mismas se vuelven) están las posiciones opuestas de los comunistas: ¡Que domine el trabajo vivo sobre el trabajo muerto! Dirijase el aumento de la productividad, no a un aumento demente y paralelo de inútil – cuando no es de ruinosa – producción, sino al mejoramiento de las condiciones del trabajo vivo, es decir, redúzcase drásticamente la duración de la jornada de trabajo.
9 – Los EE.UU. (a los que Engels definía ya en 1850 como el país en el que la población se duplica en veinte años), si bien es incluso el país en el cual la productividad se triplica en diez años y se sextuplica, por tanto, en veinte (o, con la ley de progresión geométrica soñada por Stalin para Rusia, llega a ser nueve veces más), no es pues el país donde el socialismo «europeo» es inaplicable, sino aquel que nos ha sobrepasado de lejos en la marcha hacia la plétora-crisis y hacia la presión explosiva del capitalismo.
En el sentido económico, la apertura al proletariado del crédito con la venta a plazos de artículos de lujo lo vuelve un «pobre» y sin reservas más acabado: su balance no solo ha llegado a ser el de aquel que posee cero, sino el de quien ha hipotecado una masa de trabajo futuro para llegar a cero: es una verdadera esclavitud parcial. Socialmente, todos estos consumos corresponden a redes de influencia y a menudo de corrupción degenerativa en provecho de la clase dominante y de las tendencias de las costumbres e ideologías que le convienen. El monstruoso aparato de publicidad constriñe al proletariado a comprar con su sobresueldo productos de consuno de cualidades ilusorias y frecuentemente nocivos. La libertad personal en la próspera América ánade al despotismo de fábrica del capital el despotismo y la dictadura sobre los consumos standardizados y a base de conservas de la clase explotada, a la que se le fabrican necesidades absurdas para no darle horas libres de trabajo y para no parar la inundación mercantil.
No tiene un efecto diferente el sistema de atribuir mínimas partes alícuotas del dividendo de la fábrica proporcionalmente al salario anual. Hecha la cuenta sobre ciertos datos estadísticos, obtiene en los mejores casos un aumento de salario del 5 %, o poco más, muy bien recuperado con este latigazo al celo del ingenuo y burlado «accionista».
10 – La teoría de las crisis recurrentes y cada vez mas graves tiene como fundamento la del aumento de la productividad y de la baja de la tasa de ganancia. Ella seria desmentida sólo cuando aquellos índices característicos del curso capitalista llegasen a faltar. Todo lo contrario ocurre en los EE.UU., y ello esta demostrado incluso por comparaciones de los industriales de aquí que querrían, por ejemplo, pasar en la siderurgia de 80 toneladas anuales por obrero a las 200 toneladas estadounidenses. ¿Quién no querría coger el 4 % de 200 en vez del 5 % de 80?
La crisis económica intrínseca, o sea, la de la «abstracta» (como en Marx) Norteamérica que debería comerse todo lo que produce, está escrita en fórmulas y dibujada en curvas inexorables. Un cuadro de mercancías que oscilan en torno al pan tomado como media, nos dice que hoy el obrero compra una libra de pan con la remuneración de 6 minutos de su trabajo, mientras que en 1914 tenía que dedicarle 17. La población obrera ha ciertamente aumentado en mayor proporción que la población total. ¿Cómo harán los ciudadanos norteamericanos para engullir la triple cantidad de pan respecto a 1914, el décuplo quizás respecto a 1848? ¡Para no reventar, tendrían que seguir el consejo de comer «brioches»!. A un cierto punto, por un lado, ya no se venderá una libra de pan, y, por otro, el obrero será despedido y no podrá comprar ni siguiera una libra. Sucintamente, he aquí por qué vendrá otra vez el viernes negro, cada vez mas negro.
11 – Una solución está en atiborrar de pan a los pueblos que hasta ayer han comido mijo, arroz o plátanos (acaso no tienen razón los Mau-Mau?). Y, para ello, se empieza por canonear a quien impide el desembarco, y más tarde a quien vendía mejor arroz y plátanos. He aquí el imperialismo. Si la teoría marxista de las crisis y de la catástrofe va como anillo al dedo, no va menos la del imperialismo y la de la guerra, y los datos que están en la base del Imperialismo de Lenin, y que fueron extraídos en 1915, son suministrados hoy por la estadística norteamericana con una virulencia decuplicada.
Además, la estadística confronta el nivel de vida de los EE.UU. con el de los otros países que componen su corte: en primer lugar, con los países aliados; después, con los enemigos, si una libra de harina vale 4 de los 6 minutos del pan en Norteamérica, llega a 27 en Rusia, según la estadística estadounidense. Aun si la cifra rusa fuera inferior, es cierto que en la zona de Oriente las leyes de la productividad creciente, de la composición del capital y de la baja de la tasa de ganancia tienen aún mucho camino por delante, creando gran confusión en quien lee al revés condiciones y distancias revolucionarias.
Una vez emplazada, dondequiera que sea, la primera pieza de artillería y lanzada – quizás desde la luna – la primera V2, es cierto que se debe golpear en el centro del sistema norteamericano para aplicarle vigorosamente un freno al consumo y a la producción localmente crecientes, mostrando que es bien cierto que «no sólo de pan vive el hombre», pero también que si este hombre prepara en seis minutos el pan de la jornada, cuando trabaja más de dos horas no es un hombre sino un tonto.
12 – Es un gran problema histórico que se plantea a escala mundial el determinar por qué falta en los EE.UU. el partido comunista con un programa integral y revolucionario, pese a que el programa sea tan «actual» y la madurez de las condiciones tan avanzada que significa putrefacción en potencia.
La tercera oleada oportunista que ha quebrado el movimiento marxista de la primera e inmediata posguerra tiene tres aspectos: reducción al capitalismo de la forma de producción que se ha ido desarrollando en Rusia – abandono de las reivindicaciones comunistas por parte del Estado político ruso – política de alianzas militares de éste último y de alianzas políticas de sus partidos paralelos de Occidente por reivindicaciones de naturaleza burguesa y democrática.
El brusco paso de la apología del régimen capitalista norteamericano, como amigo y salvador del proletariado mundial, a su denuncia como enemigo de la clase trabajadora, como si lo hubiese llegado a ser sólo en 1946, no podía menos que sabotear ulteriormente la preparación revolucionaria del proletariado en los EE.UU. e interponer allí rémoras históricas al desarrollo de un verdadero partido de clase.
No es posible superar esta situación si no es bajo todos sus aspectos: demostración de que en Rusia no hay construcción de socialismo; que si el Estado ruso combatirá no será por el socialismo, sino por rivalidades imperiales; demostración, sobre todo, de que en Occidente las finalidades democráticas, populares y progresivas no solo no interesan a la clase obrera, sino que sirven para mantener en pie un capitalismo podrido.
13 – En esta larga obra de reconstrucción (que debe ponerse al paso con el avance de la crisis de la forma de producción occidental y estadounidense, la cual posee todas las condiciones objetivas determinantes para que la misma se produzca a una distancia que cualquier diversión de política interna y mundial no podrá aumentar más allá de algún decenio), no se debe seguir al espejismo de que nuevos expedientes o alineaciones de algunos pretendidos estudiosos de la historia puedan valer más que las confirmaciones históricas ya dadas por los hechos a la construcción original marxista correctamente comprendida y seguida. Las condiciones ideológicas, de conciencia, y de voluntad, no son un problema distinto ni están regulados por influjos distintos de las condiciones de hecho, de intereses y de fuerzas.
El partido comunista defiende la situación futura en la que se tendrá un tiempo reducido de trabajo y con fines útiles a la vida, y trabaja en función de ese resultado del porvenir, apoyándose para ello en todos los desarrollos reales. Dicha conquista, que parece míseramente expresada en horas y reducida a una cuenta material, representa una gigantesca victoria, la máxima posible, respecto a la necesidad que nos esclaviza y nos arrastra a todos. Incluso entonces, ya suprimidos el capitalismo y las clases, la especie humana estará sujeta a la necesidad impuesta por las fuerzas naturales, y el absoluto filosófico de la libertad seguirá siendo un delirio.
Quien, precisamente en la vorágine del mundo de hoy, en vez de encontrar el eje de la corriente, de esta noción impersonal de las condiciones futuras, en un trabajo que ha durado generaciones enteras, quiera ubicar nuevas recetas excitantes en el ámbito de su pobre cabeza y dicte fórmulas nuevas, debe ser considerado como más nocivo que los más malditos conformistas y servidores del sistema del capital, y que los sacerdotes de su eternidad.
Notes:
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Véase el opúsculo «Dialogato con Stalin» (traducción francesa: «Dialogue avec Staline»). [⤒]