Si hoy es fácil constatar que treinta años de «prosperidad» y de acumulación desenfrenada no llevaron al capitalismo occidental mas que a la reanudación del ciclo infernal de las crisis, en cambio las vicisitudes del capitalismo en su versión oriental y rusa están aún encubiertas por el mito de la ausencia de crisis en el Este, de la «planificación socialista» y del desarrollo garantizado.
↉ ⅐ El triste espectáculo del fracaso agrícola ruso – un fracaso que no es debido ni al «comunismo», como lo quieren hacer creer los burgueses occidentales, ni a las «condiciones climáticas», como lo pretenden sus colegas rusos, sino al atraso capitalista de la agricultura koljociana – muestra bien que la economía soviética no es perdonada por la crisis; y es justamente gracias al capitalismo estadounidense, cuya agricultura mostraba una prosperidad insolente en el mismo momento en que su industria era golpeada frontalmente, que Rusia podrá alimentarse, cuando según ella se estaría supuestamente en plena sociedad socialista… ¡«edificando las bases materiales del comunismo»! Pero un mito permanece vivaz: el de la «planificación socialista» en la industria, el de las fuertes tasas de incremento que ésta permitiría realizar, el de la ecuación de base de la propaganda del stalinismo y sus herederos: socialismo = planificación y crecimiento furibundo. Todavía hoy día, la mayor parte de aquellos que reconocen la mentira de la paz social y de la «prosperidad» occidental lo hacen no sin recaer en otra trampa burguesa, reivindicando, no la finalización de esta época bestial de acumulación furiosa, sino ¡su «planificación» con miras a lograr ritmos de acumulación… aún más elevados!
Es por ello que, antes de presentar la realidad de la supuesta «planificación» de la industria rusa, es indispensable recordar una verdad marxista elemental que ha sido enterrada bajo los escombros de la contrarrevolución staliniana: ¡el socialismo no se caracteriza por tasas de incremento desenfrenadas; no se mide con el patrón de los resultados de la economía capitalista; el socialismo no es un ultra-capitalismo!
A una economía verdaderamente socialista le importaría un bledo la producción por la producción misma, la «superación» de los planes o la competencia – aunque fuese económica – con el rival (¿qué rival?). En lugar de correr tras estos objetivos que corresponden a una época históricamente superada, el modo de producción socialista procurar! no solamente producir para las necesidades de la especie, sino permitir su completo desarrollo, aliviarle el esfuerzo productivo, y eliminar todas las taras heredadas del capitalismo, en particular la división del trabajo, que aprisionaron el trabajo humano en el presidio productivo del sistema asalariado al servicio de la sociedad de clase. Es decir, el socialismo no se «construye» base de slogans stajanovistas y de acumulación furibunda; nace, por el contrario, de la destrucción definitiva, llevada a cabo por la dictadura del proletariado, de las relaciones sociales y de las leyes económicas capitalistas, y por lo tanto de su base material, las relaciones de producción capitalistas.
El socialismo, pues, se caracteriza por la desaparición de la piedra angular del edificio mercantil y capitalista, de la categoría por la cual Marx comienza la exposición de la teoría del modo de producción capitalista, el valor, sinónimo de apropiación privada del producto del proceso de producción:
«En cuanto la sociedad toma posesión de los medios de producción y los emplea en una producción inmediatamente socializada, el trabajo de cada uno, por más diferente que sea su utilidad específica, se vuelve de entrada y directamente trabajo social. A partir de entonces, la cantidad de trabajo social que contiene un producto no necesita ser constatada con rodeos; la experiencia cotidiana indica directamente qué cantidad media es necesaria. La sociedad puede calcular simplemente cuántas horas de trabajo hay en una máquina de vapor, en un hectolitro de trigo de la última cosecha, en cien metros cuadrados. de tela de determinada calidad. Por lo tanto, no se le puede ocurrir continuar expresando los cuantos de trabajo depositados en los productos (que ella conoce directamente y en valor absoluto) por medio de un tercer producto, con un patrón que es sólo relativo, flotante, inadecuado, antaño inevitable como recurso, en lugar de hacerlo con su patrón natural, adecuado, absoluto: el tiempo. Así como a la química tampoco le vendría la idea de continuar expresando los pesos atómicos de un modo relativo, por intermedio del átomo de hidrógeno, el día que ella esté en condiciones de expresarlos en valor absoluto, con su patrón adecuado, a saber, en un peso real, en la billonésima o en la cuatrillonésima parte del gramo. En las condiciones supuestas más arriba, pues, la sociedad tampoco atribuye valores a los productos». (Engels, «Anti-Dühring», IIIº parte, capítulo 4)
Así pues, el socialismo desconoce las categorías mercantiles que rigen despóticamente la economía rusa; ignora el valor, dado que no hay productos privados (ni, por lo tanto, el intercambio entre productores privados) y los productores no necesitan conocer Los valores relativos de sus productos; por consiguiente, no admite la existencia del mercado ni de la mercancía, y menos aún la de esa mercancía particular que es el dinero; desconoce la compra y la venta y, en consecuencia, la compra/venta de la mercancía fuerza de trabajo, o sea, el sistema asalariado, que para el marxismo es suprimido desde la primera fase de la sociedad comunista, o socialismo. Es la fase que, según la expresión de Marx, «acaba de emerger de la sociedad capitalista»; en ella, el productor individual «recibe de la sociedad un bono certificando que ha aportado tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono retira de los depósitos sociales de bienes de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que ha rendido. El mismo cuanto de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, lo recibe bajo otra forma distinta.» («Crítica del Programa de Gotha»).
El hecho de que la economía rusa conozca todas las categorías mercantiles y capitalistas, y que los obreros rusos estén sometidos a la esclavitud del sistema asalariado, basta para definirla como capitalista. Nosotros hemos demostrado ampliamente en nuestros trabajos de partido[1] que nunca había dejado de serlo, y que Lenin mismo lo reconocía francamente (lo que no contradecía el hecho de que la revolución de Octubre y el poder que resultó de ella eran auténticamente comunistas). Para ocultar su verdadera naturaleza contrarrevolucionaria, el stalinismo, a la vez que disociaba la posibilidad de la transformación socialista de la economía rusa de la extensión de la revolución al Occidente (que le hubiese permitido a su vez superar el enorme retardo de su estructura productiva), creó, junto a la doctrina del «socialismo en un solo país», la teoría insensata según la cual el socialismo sería compatible con las categorías mercantiles, y se caracterizaría por las mismas categorías del capitalismo, a las que les daría…¡un contenido diferente! ¡Como si las categorías no se caracterizasen precisamente por su contenido; como si ese contenido no fuese irresistiblemente el del capitalismo que impuso el empleo de los mismos conceptos para designarías! Este tipo de argumento, por otro lado, había sido utilizado ya por el inefable Dühring, al cual Engels replicó severamente que: «querer abolir el modo de producción capitalista instaurando el ‹verdadero valor›, es como querer abolir el catolicismo instaurando el ‹verdadero› papa, o querer instaurar una sociedad en la cual los productores dominen al fin un día su producto con el empleo consecuente de una categoría económica que es la expresión más acabada de la esclavitud del productor respecto su propio producto». (Engels, «Anti-Dühring», ibídem)
De todo lo precedente se desprende que el plan de la sociedad socialista no se preocupará del valor, y menos aún del dinero o de la rentabilidad de los fondos invertidos¡ tal como lo hace el plan ruso! Se encargará solamente de los valores de uso, de la utilidad de los productos y del tiempo necesario para su fabricación:
«Por cierto, la sociedad estará obligada a saber incluso entonces cuánto trabajo hace falta para producir cada objeto de uso. Tendrá que establecer el plan de la producción de acuerdo con los medios de producción, entre los cuales se hallan muy especialmente las fuerzas de trabajo. Al fin y al cabo, son los efectos útiles de los diversos objetos de uso, comparados entre sí y en relación con las cantidades de trabajo necesarias para su producción, los que determinarán el plan. La gente regulará todo muy simplemente, sin la intervención del famoso ‹valor›». (Engels, «Anti-Dühring», ibídem).
En consecuencia, el socialismo es incompatible no sólo con el dinero, sino también con la embrutecedora invención capitalista que es la tasa de incremento global de la producción, que engloba en Rusia como en Occidente tanto los objetos necesarios para la vida como las armas para la muerte, los bienes de consumo útiles y los objetos de lujo más irrisorios desde el punto de vista social. Aunque la tasa de incremento no está expresada en dinero, ésta presupone en efecto el valor y el dinero, ya que el único medio para comparar dos producciones globales que comprenden mil objetos diferentes, desde el pan hasta la máquina herramienta, es cotejar sus valores, y éstos se pueden expresar únicamente en dinero. Sin el valor, único patrón universal de medida de valores de uso diferentes, sin la moneda, único patrón universal de medida del valor, no hay medición, no hay comparación posible y por lo tanto¡ no hay tasa de incremento de la producción! Lo único que la sociedad socialista podrá medir globalmente es la cantidad de horas de trabajo suministradas por la especie para producir sus condiciones de existencia: pero lo único que podremos eventualmente hacer con dicha cantidad es entretenernos midiendo cada año su tasa de decrecimiento y el alivio en el esfuerzo productivo de la especie; ¡sin ello el socialismo no tendría ningún sentido! Pero, ¿qué sentido y qué interés tendría para una sociedad socialista la comparación anual de producciones globales de todo tipo? Su producción estará guiada únicamente, como lo explica Engels, por la utilidad de los diferentes objetos y por la cantidad de trabajo necesaria para producirlos: la única tasa de incremento que se podría materialmente medir, se aplicaría separadamente a la producción material de cada valor de uso; pero incluso allí, ¿qué sentido tendría? Si se estima que la humanidad necesita 50 millones de bicicletas para el año n y 54 millones para el año n + 1, el plan deberá organizar dicha producción: pero, ¿qué sentido tendría vanagloriarse por una tasa de incremento del 8 % en materia de producción de bicicletas?, ¿qué sentido tendría tratar de superarla si ello no corresponde a las necesidades de la especie?, y ¿qué sentido tendría querer producir cada vez más bicicletas si no habrá ninguna ganancia a realizar, ni mercados por robar a los competidores que no existirán más, ni plusvalía a disputarse con los otros capitalistas? Si se estima que la humanidad necesita menos autos individuales, esto es que su producción debe disminuir, el plan ha de organizar la reducción de la producción: por lo tanto, ¿qué sentido tendría lamentarse por una tasa de incremento negativa, y qué sentido tendría oponerse a ello provocando artificialmente nuevas necesidades para evitar las pérdidas financieras y las quiebras, que no habrá más, de las empresas autónomas que habrán desaparecido?
La tasa de incremento no es más que uno de los ídolos de la religión de la producción por la producción, que caracteriza al capitalismo y solamente a él, de la misma manera que el ídolo mercancía, el ídolo dinero y todos sus derivados. El plan de la sociedad socialista no hará caso ni de la mercancía, ni del dinero, ni de la tasa de incremento.
¿Y el plan ruso? El Cuadro № 1, publicado en la «Pravda», resume los «datos principales» del Xº plan quinquenal (1975–1980) anunciado por Kosyguin en el XXVº Congreso del P.C.U.S. ¿A qué dioses se refieren estos «datos principales»? Al dios-valor, al dios-rublo y al dios-aumento del valor, ídolos que son venerados por todos los Estados capitalistas del mundo entero. El «plan» ruso está establecido en términos de mercancía, dinero y tasa de incremento de la producción. No necesitamos ir más lejos para concluir que es capitalista de a à z y que de socialista no tiene nada.
1975 (en mil millones de rublos) |
1980 (Proyección)(en mil millones de rublos) |
Incremento 1976–1980 (en mil millones de rublos) |
Incremento 1976–1980 (en % respecto a 1975) |
|
---|---|---|---|---|
Ingreso nacional (precios de 1973) |
362 | 449–462 | 87–100 | 24–28 |
– fondo de consumo | 266 | 337–344 | 71–78 | 27–29 |
– fondo de acumulación | 96 | 112–118 | 16–22 | 17–23 |
Producción industrial (precios al 1º de julio de 1967) |
523 | 710–729 | 187–206 | 35–39 |
– grupo A (bienes de producción) |
380 | 524–540 | 144–160 | 38–42 |
– grupo B (bienes de consumación) |
143 | 186–189 | 43–46 | 30–32 |
Producción agrícola (promedios en el. quinquenio; precios de 1965) | 91 | 104–106 | 13–15 | 14–17 |
Fuente: discurso de Kosyguin en el XXVº Congreso del P.C.U.S., 1º de marzo de 1976, «Pravda» dei 2 de marzo de 1976. |
Luego de este repaso indispensable, abordemos el mito de la planificación. Conocida la anarquía y la bancarrota de la agricultura rusa, es inútil perder el tiempo para demostrar que no hay la más mínima planificación en la producción agrícola, enteramente abandonada a las leyes del mercado, en el cual el Estado trata de intervenir corno puede (como lo hace en todos los países capitalistas occidentales, fijando el precio de los principales productos, almacenándolos, subvencionando, dirigiendo el crédito, etc.). Nos limitaremos pues al ámbito de la producción industrial. El Xº plan quinquenal (1975–1980), recientemente adoptado por el XXVº congreso del P.C.U.S., prevé para 1980 una producción industrial por un valor de 720 mil millones de rublos, en aumento del 37 % con relación a 1975. Como el plan francés, por ejemplo, el plan ruso prevé igualmente objetivos materiales para las principales producciones, los cuales han sido resumidos en lo esencial en el Cuadro № 2.
Producción | producido en 1975 | Objetivo 1980 | Incremento en % |
---|---|---|---|
Acero (millones de toneladas) |
141 | 165 | + 17 |
Carbón (millones de toneladas) |
701 | 800 | + 14 |
Petróleo (millones de toneladas) |
491 | 630 | + 28 |
Gas (mil millones de m³) |
289 | 418 | + 44 |
Electricidad (mil millones de kWh) |
1038 | 1360 | + 31 |
Abonos (millones de toneladas) |
90 | 143 | + 59 |
Tractores (in 100) |
550 | 590 | + 7 |
Automóviles (miles) |
1964 | 2150 | + 9 |
Cemento (miles) |
122 | 145 | + 19 |
Fuentes: cifras correspondientes a 1975 en «Ekonomitcheskaya Gazeta» № 6, febrero de 1976; objetivos para 1980 en «Pravda» del 2 de marzo de 1976 y en «Ekonomitcheskaya Gazeta» № 11, marzo de 1976. |
Una buena parte del mito de la planificación rusa reside en la existencia de estos «objetivos», que son comentados con satisfacción en los discursos y en la prensa oficial. Pero en realidad estos objetivos no planifican nada, ya que no son en general más que la proyección de las tendencias registradas en el pasado. El supuesto planificador no ejerce ninguna influencia, sobre la dinámica productiva; en vez de dominar la máquina económica no hace más que seguirla corno puede, tratando de prever a dónde. irá; él no fija la producción sino… el índice, en función de su tendencia anterior. La demostración de esto la encontramos en la evolución del VIIIº, IXº y Xº planes quinquenales, en lo que se refiere a los principales objetivos materiales. Esta evolución está resumida en el Cuadro no 3, en el cual las columnas indican sucesivamente la tasa de incremento para cada producto prevista por el VIIIº plan (1965–1970) y la tasa efectivamente lograda, la tasa de incremento prevista por. el IXº plan (1970–1975) y la tasa efectivamente realizada, y finalmente la tasa de incremento prevista por el Xº plan (1975–1980).
Previsto 1966–70 |
Realizado 1966–70 |
Previsto 1971–75 |
Realizado 1971–75 |
Previsto 1976–80 |
|
---|---|---|---|---|---|
Acero | + 39 | + 27 | + 26 | + 21 | + 17 |
Carbón | + 16 | + 8 | + 11 | + 12 | + 14 |
Petróleo | + 45 | + 45 | + 39 | + 40 | + 28 |
Gas | + 73 | + 54 | + 55 | + 41 | + 44 |
Electricidad | + 66 | + 46 | + 42 | + 40 | + 31 |
Abonos | + 108 | + 77 | + 63 | + 63 | + 59 |
Tractores | + 73 | + 29 | + 25 | + 20 | + 7 |
Automóviles | + 132 | + 48 | + 125 | + 114 | + 9 |
Cemento | + 41 | + 31 | + 31 | + 28 | + 19 |
Fuentes: además de las del Cuadro no 2, «Pravda» del 10 de abril de 1966 y del 7 de abril de 1971 (datos correspondientes a las previsiones), y «Narodnoe Khoziajstvo SSSR» (datos correspondientes a las realizaciones). |
Examinemos este cuadro línea por línea: en la mayoría de las producciones tenemos una serie de cifras decrecientes: para el acero, por ejemplo, el VIIIº plan se «fija» un incremento dado. (+ 39 % en 5 años); al no ser alcanzado (+ 27 % solamente), el plan siguiente fija prudentemente un nuevo objetivo que es inferior a la realización del precedente (+ 26 %); al no ser tampoco alcanzado este nuevo objetivo (+ 21 % realizado solamente), el plan siguiente fija otra vez un nuevo objetivo, inferior a la realización del precedente. Esto es el caso del acero, la electricidad, los tractores; en el caso del petróleo, los abonos y el cemento, a veces el objetivo del plan es alcanzado, pero la tendencia sigue siendo la misma: en 6 casos sobre 9, el plan no «planifica» nada y lo único que hace es registrar y proyectar la tendencia a la disminución del desarrollo industrial. En 3 casos sobre 9 (carbón, gas, automóvil), con una disminución global bien neta, la serie es más caprichosa y parece responder a una voluntad efectiva por parte del Estado. Pero, ¿de qué productos se trata? Del carbón, cuya producción se trata de activar porque las cotizaciones mundiales han aumentado mucho y cuya exportación puede proporcionar divisas sin exigir un esfuerzo tecnológico nuevo (contrariamente al petróleo); del gas, acerca del cual se han firmado importantes contratos de entrega con los EEUU y Alemania; del automóvil, cuyas fábricas han sido importadas, instaladas y entregadas ya listas por los capitalistas occidentales. En resumidas cuentas, cuando la economía rusa es «planificada», lo es… ¡por el mercado mundial!
V 1951–55 |
VI 1956–60 |
VII 1959–65 |
VIII 1966–70 |
IX 1971–75 |
|
---|---|---|---|---|---|
Acero | + 3 | − 4 | + 3 | − 8 | − 3 |
Carbón | + 5 | − 14 | − 5 | − 7 | == |
Petróleo | == | + 3 | + 3 | == | == |
Gas | − 7 | + 18 | − 14 | − 15 | − 9 |
Electricidad | + 4 | − 9 | == | − 12 | == |
Abonos | − 7 | − 29 | − 11 | − 14 | == |
Tractores | + 25 | − 26 | – | − 25 | − 4 |
Automóviles | + 2 | − 19 | − 13 | − 36 | − 4 |
Cemento | == | − 18 | − 7 | − 7 | − 2 |
Fuentes: cálculos efectuados sobre los datos publicados en «Pravda» 20 de agosto de 1952, 15 de enero de 1956, 8 de febrero de 1959 y en las fuentes de los cuadros precedentes. El signo == significa que el plan ha sido realizado con un margen del 1 %. |
Además, si – en la mayoría de los casos – el plan ruso no hace más que registrar y proyectar la tendencia de la producción abandonada a su dinámica propia, la previsión de dicha tendencia no es más eficaz que en los países capitalistas occidentales. Para convencerse de ello, basta con el examen de los resultados de los 5 últimos planes, resumidos en el Cuadro № 4. Sobre las 5 series de objetivos fijados sucesivamente para las 9 producciones esenciales, el plan es alcanzado (con un 1 % de aproximación) 8 veces y superado 9 veces; pero esta superación del plan significa acumulación acelerada, stajanovismo, explotación intensiva de la clase obrera, ¡todo lo contrario del socialismo! Finalmente, la producción realizada está en retraso con relación al plan… 27 veces, con retrasos de hasta el 36 % (¡514 000 automóviles menos que lo previsto por el plan!). Y debe tenerse en cuenta que estas cifras representan sólo las producciones esenciales: imaginemos lo que ocurre entonces con los demás productos, para los cuales la combinación de aquellos retardos¡ no puede hacer más que amplificar la desorganización y el retraso! He aquí lo que nos demuestra que, en materia de «planificación», la economía rusa forcejea en plena anarquía mercantil.
Objetivo para 1970 | Realizado en 1970 | Retraso material | Retraso en % | |
---|---|---|---|---|
Acero (millones de toneladas) |
126,5 | 116 | − 10,5 | − 8 |
Carbón (millones de toneladas) |
670 | 624 | − 46 | − 7 |
Petróleo (millones de toneladas) |
350 | 349 | − 1 | == |
Gas (mil millones de m³) |
233 | 198 | − 35 | − 15 |
Electricidad (mil millones de kWh) |
840 | 741 | − 99 | − 12 |
Abonos (millones de toneladas) |
64 | 55 | − 9 | − 14 |
Tractores (in 100) |
612 | 458 | − 154 | − 25 |
Automóviles (miles) |
1430 | 916 | − 514 | − 36 |
Cemento (miles) |
102 | 95 | − 7 | − 7 |
Fuentes: véase el Cuadro № 3. |
Por otro lado, el examen atento de las cifras oficiales revela que, para ocultar esta anarquía, los estadistas no vacilan en manipular los índices, al igual que sus colegas occidentales. El caso reciente más flagrante fue el del VIIIº plan quinquenal (1965–1970). Lo menos que podemos decir de dicho plan es que sus principales resultados, resumidos en el Cuadro № 5, fueron lamentables: retraso con relación a los objetivos de 10,5 millones de toneladas de acero, 46 millones de toneladas de carbón, 35 mil millones de metros cúbicos de gas, 99 mil millones de kwh de electricidad, 9 millones de toneladas de abonos, 154 000 tractores, 514 000 automóviles, 7 millones de toneladas de cemento. Y es gracias a los milagros que son propios únicamente del socialismo «made in Moscú» que, al mismo tiempo que todos los objetivos esenciales sufrían retardos considerables, los dirigentes rusos anunciaban para el mismo período un incremento en la producción industrial que habría superado el plan, ya que se habría alcanzado el 50 % en 5 años en lugar del 48,5 % previsto[2]. Este truco de prestidigitación deja atónito, pero no es más que la continuación de aquellos del periodo staliniano. El hecho mismo de que el IXº plan (1970–1975), con retrasos mucho menos sensibles (gracias a la modestia en los objetivos anunciados), haya presentado un ligero retardo con respecto al incremento previsto de la producción industrial (43 % en lugar del 44 %)[3], constituye un reconocimiento implícito de la falsificación. ¡Es más fácil planificar… los índices que planificar la anarquía capitalista!
Previsión para 1970 | Realizado en 1970 | Retraso (en %) | Previsión para 1980 | Objetivo Xº plan | Variación (en %) | |
---|---|---|---|---|---|---|
Acero | 145 | 116 | − 20 | 250 | 165 | − 34 |
Carbón | 693 | 624 | − 10 | 1190 | 800 | − 33 |
Petróleo | 390 | 349 | − 10 | 700 | 630 | − 10 |
Gas | 317 | 198 | − 37 | 700 | 418 | − 40 |
Electricidad | 59 | 741 | − 22 | 2850 | 1360 | − 52 |
Abonos | 77 | 55 | − 28 | 130 | 143 | + 10 |
Plásticos | 5300 | 1673 | − 68 | 20 000 | 5680 | − 71 |
Cemento | 122 | 95 | − 22 | 234 | 145 | − 38 |
Fuentes: Discurso de Jrushchov en el XXIIº Congreso del P.C.U.S., 18 de octubre de 1961, «Pravda» del 19 de octubre de 1961 (datos correspondientes a las previsiones para 1970 y 1980) y fuentes de los cuadros precedentes. Estas previsiones no incluían los tractores ni los automóviles. Los plásticos están expresados en miles de toneladas. |
Si pasamos de los planes quinquenales, es decir de los planes a mediano plazo, a los objetivos a 10 o 20 años, lo irrisorio de la previsión y de la planificación rusas resalta aún más. El Cuadro № 6 resume el destino de las famosas previsiones hechas por Jrushchov en 1961 para los años 1970 y 1980. Desde 1965 fue evidente la imposibilidad de alcanzar los objetivos fijados para 1970, y el VIIIº plan quinquenal «rectificó el tiro», ya que éstos estaban en baja sensible (compárese con el Cuadro № 5)… lo que no impidió obtener resultados lamentables; en suma, en relación con los objetivos de Jrushchov, el retraso se escalonaba entre un 10 y un 68 %, y más de la mitad de los objetivos que debían de haberse realizado en 1970… no habían sido logrados incluso 5 años más tarde, en 1975. Con respecto a los objetivos para 1980, el retardo es todavía más grande: con una sola excepción, los objetivos del Xº plan quinquenal fueron reducidos con relación a los de Jrushchov de 10 a… 71 % (así pues, la producción de electricidad en 1980 no alcanzará¡ ni siquiera a la mitad de lo previsto por Jrushchov!).
¡Oh, milagros de la planificación mercantil rusa!
¿Cómo explicar estos fracasos estrepitosos de los supuestos «planificadores»? Para los marxistas, la respuesta es evidente: por la anarquía capitalista y mercantil propia de una economía compuesta de empresas que funcionan (independientemente de la forma jurídica de su propiedad) según todas las reglas del capital, en el marco del mercado. ¿Pero acaso Engels mismo no había afirmado que incluso en una economía capitalista y mercantil la ausencia de planificación puede ceder el lugar (hasta cierto punto) a una producción planificada?[4]. ¿Por qué razón no es éste entonces el caso de Rusia? Precisamente, porque en Rusia faltan las condiciones enunciadas por Engels para que cierta planificación pueda comenzar a aparecer, es decir, la concentración y el monopolio.
Número de obreros | Número de empresas | % de las empresas | % de la producción total realizada |
---|---|---|---|
Menos de 100 | 16 500 | 35 % | 4,2 % |
100 – 500 | 20 000 | 42,3 % | 19,9 % |
500 – 1000 | 5300 | 11,3 % | 14,4 % |
1000 – 2000 | 3960 | 8,4 % | 25,9 % |
3000 – 10 000 | 1180 | 2,5 % | 24 % |
10 000 y más | 140 | 0,3 % | 11,6 % |
Fuente: datos extraídos de «Narodnoe Khoziajstvo SSSR», 1973. La. estadística sólo concierne 47 200 empresas aproximadamente, y la producción de electricidad está excluida de la fuente oficial rusa. |
En una economía donde la producción está repartida entre varias decenas de miles de empresas autónomas que funcionan individualmente como centros de acumulación del capital, con sus propias cuentas y autonomía financiera, poco importa que el «propietario» jurídico sea el Estado, el pueblo o Dios padre; la producción sólo puede estar regulada por el mercado, no por un plan central. El 1º de enero de 1974, la industria rusa contaba con 48 578 empresas estatales autónomas[5]. Hay que precisar aún que esta cifra no. incluye la construcción ni las empresas artesanales empadronadas, ni – sobre todo – las pequeñas empresas de hecho que nacen ineluctablemente en base al mercado y al trabajo y cuya existencia está reconocida indirectamente por la prensa soviética. Trátase de.. pequeños talleres mecánicos, de empresas de reparaciones de todo tipo, de empresas para la instalación de departamentos,… etc. En el Cuadro № 7 se encuentra la repartición de las empresas industriales del Estado en función del número de sus obreros. A pesar de las insuficiencias de la estadística, bien se halla en la estructura de la industria rusa un rasgo característico de todas las estructuras industriales capitalistas, a saber, la existencia de una miríada de pequeñas y medianas empresas segregadas continuamente por el mercado y dominadas por un número reducido de grandes empresas y por un puñado de empresas gigantescas. Pero el porcentaje de la producción industrial total correspondiente a las mayores empresas es aún mucho menor en Rusia (donde las empresas son sólo «gigantes» por la cantidad de personal) que en Occidente, y la producción está mucho más «repartida» entre las empresas menores. En otras palabras: en Rusia la industria está mucho menos concentrada que en los países capitalistas occidentales – ¡lo que es el colmo para una economía que se pretende «socialista y avanzada»! Dos cifras bastarán para ilustrar la debilidad de esta concentración: según el Cuadro № 7, en 1973, un 61,5 % del producto industrial ruso estaba fabricado por las 5300 empresas mayores (suma de las tres primeras líneas del cuadro); ese mismo año, en los Estados Unidos, para fabricar un porcentaje levemente superior de la producción industrial (65 %), bastaba con 500 empresas. Otro cuadro del anuario estadístico ruso nos hace saber que, en ese mismo año, un 31,1 % de la producción correspondía a un 1,4 % de las empresas, es decir, a 660 de ellas; en los Estados Unidos, el mismo porcentaje de la producción (31 %) correspondía a ¡50 empresas![6]. La debilidad relativa de la concentración industrial rusa es evidente. En el plano económico, ¡la estructura de la industria estadounidense se presta mucho más que la industria rusa a la planificación¡
Esta parcelación preocupa a los empresarios rusos, no por el hecho de que impida toda planificación, sino porque obstaculiza la constitución de una industria capitalista realmente avanzada, con empresas realmente competitivas, que puedan rivalizar un día con la de los otros países capitalistas. Uno de los portavoces de estos empresarios, el académico Aganbegian, explicaba recientemente que «dar más autonomía a las empresas sólo tiene sentido si existen empresas dignas de ese nombre. Las empresas soviéticas son pequeñas y frágiles (…) son más bien establecimientos que emplean en promedio 600 trabajadores. Habría que concentrarías: pasar de las 49 000 que existen actualmente a unas 5000».[7]
Con esta intención, el Estado se ha propuesto la «reestructuración» de la industria rusa al generalizar, con la reforma de 1973, la creación de «uniones industriales» que habían sido experimentadas durante varios años. El objetivo oficial de esta reforma es «concentrar más la producción de una rama determinada (…) a fin de asegurar un alza sensible de la productividad del trabajo, la mejora de la calidad, la disminución del precio de costo y la progresión de los demás índices económicos».[8]
Si dejamos de lado la ficción jurídica, tanto la concentración horizontal como la vertical son realizadas por medio de operaciones que representan fusiones y absorciones de empresas, equivalentes a las operaciones corrientes en los países occidentales con vistas a los mismos objetivos, principalmente el aumento de la ganancia («elevar la rentabilidad de la producción») y la posibilidad de asegurar a plazo fijo un lugar destacado a la industria rusa en la competencia del mercado mundial («asegurar el despegue de nuevas producciones susceptibles de rivalizar por sus índices técnicos y económicos con los mejores especímenes soviéticos o extranjeros, e incluso superarlos»).[9] No es difícil prever que esas operaciones provocan los mismos efectos sobre la clase obrera, en particular en lo tocante a despidos. En 1974, había más de 1500 uniones industriales que reagrupaban más de 6000 empresas y unidades de producción anteriormente autónomas[10]; según el discurso de Kosyguin en el XXVº Congreso, su número se elevaba a 2300 a comienzos de 1976.
Simultáneamente, esta reforma trata de liberar a las empresas de los últimos restos de intentos. de planificación central, que se traducen en una tutela burocrática pesada y costosa, la cual – sin llegar a planificar nada – tiene como único resultado… trabar su gestión:
«En el sector industrial, los ministerios y las administraciones (…) deberán reducir la multiplicidad de los engranajes de la gestión sectorial (…) para que la mayor parte de las cuestiones de carácter económico sean resueltas directamente en la empresa, complejo o unión».[11]
Período? | Plan | Tasa de desarrollo medio anual |
---|---|---|
1922–1928 | antes de los planes | 23 % |
1929–1932 | Ier plan | 19,3 % |
1933–1937 | IIº plan | 17,1 % |
1938–1940 | IIIº plan (3 años) | 13,2 % |
1941–1945 | Guerra | – |
1946–1950 | IVº plan | 13,5 % |
1951–1955 | Vº plan | 13 % |
1956–1961 | VIº plan | 10,4 % |
1961–1965 | VIIº plan (plan septenario 1959–65) | 8,6 % |
1966–1970 | IXº plan | 7,4 % |
1976–1980 | Xº plan (previsión) | 6,5 % |
Fuentes: cálculos efectuados con los datos suministrados por «Narodnoe Khoziajstvo SSSR», varios años, y por las fuentes del Cuadro № 2. |
Recordemos que los estadistas rusos mismos se han visto obligados a rectificar, disminuyéndolos, los datos. del período anterior a 1940, que habían sido falsificados por las necesidades de la propaganda staliniana. Así pues, en su informe al XVII Congreso del P.C.U.S. (26 de enero de 1934), Stalin indicaba triunfalmente que el indice de la producción industrial había pasado de 100 en 1913 a 391,9 en 1933 (J. Stalin, «Les questions du léninisme», Paris 1947, p. 136); en el congreso siguiente, el 10 de marzo de 1939, las cifras suministradas. por «el padre de los pueblos» indicaban (con el mismo índice 100 para 1913) el índice 380,5 para el año 1933 (es decir, con una leve corrección a la baja) y 908,8 para el año 1938. Pero los datos publicados en los anuarios oficiales. rusos («Narodnoe Khoziajstvo SSSR») revelan que los índices presentados por Stalin como siendo los de la producción industrial en su conjunto representaban, de hecho, que los de la gran industria, la cual acumula más rápido. Para el conjunto de la industria, los índices…(1913: 100) eran respectivamente 281 en 1933 y 65.7 en 1938. Las cifras de Stalin habían sido incrementadas artificialmente ¡en más de un tercio!
Esta nueva serie hubo de ser rectificada (disminuyéndola siempre) a partir de 1961, pues hasta entonces había «olvidado» de incluir la producción de los territorios ocupados por el ejército ruso en 1939 y anexados definitivamente en 1945 (y que correspondían, grosso modo, a las actuales repúblicas de Estonia, Letonia, Lituania y Moldavia). El índice con base 100 en 1913 descendía de 852 (antigua serie) en el año 1940 a 769 (nueva serie). Es esta nueva serie la que rige actualmente en el anuario oficial; ella indica el índice 12 200 en el año 1975, el que debía pasar en 1975, en base a los datos publicados en la prensa rusa («Ekonomitcheskaya Gazeta» № 6, febrero de 1976), a 13 100. Pero el anuario hace gala actualmente de un notable pudor cuando se trata de los índices de la producción de la preguerra: ¡ni un solo índice es suministrado en todo el periodo que va de 1913 a 1940!
La concentración de empresas y la disminución de las trabas burocráticas que entorpecen la gestión capitalista «normal»[12] son por cierto dos condiciones necesarias, aunque no suficientes en sí mismas, para lograr la modernización de un capitalismo aún retrasado respecto de sus homólogos occidentales. De hecho, la reestructuración industrial emprendida expresa una necesidad fundamental del capitalismo ruso; a saber, la obtención de una mayor productividad y, por lo tanto, de una mejor explotación de la clase obrera, para combatir la tendencia a la disminución del ritmo del desarrollo económico y para constituir empresas que puedan llegar a competir en el piano internacional. Ya hemos ilustrado esta desaceleración del desarrollo de ciertas producciones claves (véase el Cuadro № 3).
Las cifras del Cuadro № 8 permiten observarlo en toda su dimensión histórica: en un cuarto de siglo, la tasa de incremento ha disminuido por la mitad, y su baja continúa regularmente…
Este refrenamiento ha confirmado completamente la previsión hecha hace veinte años en nuestros trabajos de partido[13], cuando – para desenmascarar la falsedad de la tesis staliniana que pretendía ver en las fuertes tasas de incremento de aquel entonces la prueba del supuesto «socialismo» ruso – habíamos demostrado que este rápido incremento caracterizaba todos los capitalismos en su juventud, y que su disminución es una ley histórica ineluctable de su envejecimiento. El capitalismo ruso no es una excepción a la regla. Habiendo partido de un nivel muy bajo de desarrollo, agravado aún por las destrucciones de la guerra civil, era normal que la industria rusa presente ritmos de incremento elevados, acelerados además (como en la mayoría de los capitalismos nacientes – véase el caso del Japón) por el fuerte impulso que le es dado por el Estado y por su papel de centralizador de capital. El periodo del stalinismo ha sido el de la formación de un verdadero mercado interior, el del paso de una formación social aún predominantemente precapitalista, donde la clase obrera no constituía más que una pequeña parte de la población (un 10 %, contra 76 % de campesinado en 1913), a un capitalismo digno de ese nombre, el de la acumulación extensiva con vistas a la formación de una industria adecuada a las necesidades del mercado interior. El número total de obreros de la industria ha pasado de 3 900 000 en 1913 a 12 200 000 en 1950, y a más de 27 millones en 1975, es decir que se ha multiplicado por 7 respecto al periodo anterior a 1917. El número de empresas de la industria manufacturera que emplean más de 100 obreros ha pasado de 2805 en 1911 (con un total de 1 645 000 obreros) a 11 591 en 1933 (con 4 500 000 de obreros) y a más de 26 000 en 1968 (con 19 000 000 de obreros aproximadamente)[14], es decir que se ha decuplicado respecto al período que precedió a la revolución, como el número de obreros que trabajaban en ellas. Estas cifras expresan el verdadero brote de un capitalismo joven, floreciente, que crea continuamente nuevas empresas, que acumula extensivamente en base a la plusvalía absoluta a medida que engulle en las galeras industriales las reservas de brazos provenientes del campo ruso. Esta acumulación extensiva continúa en el periodo de la posguerra[15]. De 1950 a 1970, el número de obreros industriales duplica (a título de comparación, en los Estados Unidos el número de obreros se ha incrementado en más de un cuarto en el curso del mismo período). Pero el ritmo de acumulación disminuye poco a poco, al mismo tiempo que el aumento del número de obreros desciende sensiblemente. La población agrícola rusa ha disminuido enormemente después de la revolución, pero todavía representa cerca de 25 % de la población activa, lo que es una proporción aún muy importante (para fijar las ideas, es la de Francia hacia mediados del decenio del 50, o la de los Estados Unidos hacia 1925); esto demuestra hasta qué punto el conjunto de la economía rusa, y por ende su industria, arrastra el pesado lastre del atraso de la agricultura. El flujo de brazos que aprovisiona la industria tiende a agotarse porque el retraso agrícola y la estructura atrasada del koljoz mantienen anclada esta gran población agrícola. Como lo muestran las cifras del Cuadro № 9, el número total de los obreros de la industria, que crecía con un ritmo del 4 a 5 % anual durante los años cincuenta, aumentó menos del 1 % anual en el curso del Xº plan.
V 1951–55 |
VI 1956–60 |
VII 1961–65 |
VIII 1966–70 |
IX 1971–75 |
X (est.) 1976 |
|
---|---|---|---|---|---|---|
Número total de obreros a inicios del periodo (en millones) | 12,2 | 15,2 | 18,9 | 22,5 | 25,6 | 27,3 |
Variación en el curso del periodo (en %) | + 24,3 | + 24,3 | + 19,5 | + 13,5 | + 6,5 | + 3,9 |
Productividad del trabajo (en %) | + 48 | + 37 | + 26 | + 32 | + 34 | + 32 |
Producción industrial (en %) | + 85 | + 64 | + 51 | + 50 | + 43 | + 37 |
Fuentes: «Narodnoe Khoziajstvo SSSR» y fuentes del Cuadro № 2. |
No pudiendo aún atacar esta estructura agraria atrasada, el capitalismo ruso debe extraer (según la expresión misma de los economistas burgueses) las «reservas de productividad latentes» que existen en su industria, o sea, debe pasar de una acumulación extensiva en base a la plusvalía absoluta a una acumulación intensiva, buscar. ante todo el incremento de la productividad sobre la base de unidades productivas ya existentes, reemplazar al obrero por la máquina y, en un plano general, «reestructurar» los procesos de producción aumentando la productividad y la intensidad del trabajo; en suma, tender a producir plusvalía relativa. De ahí las medidas de concentración y de reestructuración industrial que hemos citado, las «experiencias» de reorganización con despidos como las de Chtchekino y los incesantes llamamientos de los dirigentes rusos y de los sindicatos a aumentar la productividad, a la disciplina del trabajo, etc..
Mientras que una sociedad socialista utilizaría los progresos realizados en la productividad para aliviar el esfuerzo físico de la especie, en Rusia, por el contrario, la intensificación del trabajo debe contribuir a acrecentar la productividad en honor de la prosperidad de las empresas y del bienestar de la «economía nacional». El llamamiento a mejorar la explotación es un verdadero leitmotiv reiterado en cada plan:
«El plan prevé una aceleración de los ritmos de incremento de la productividad del trabajo gracias a una amplia introducción de los logros de la ciencia y de la técnica en la producción, a una mayor especialización de la producción y de la organización científica del trabajo, al aumento de la calificación y al reforzamiento de los estímulos económicos […]. La mecanización de los trabajos auxiliares, el respeto de las cadencias regulares en la producción, el mejoramiento de la disciplina del trabajo, la supresión de los momentos de inactividad de los obreros constituyen fuentes importantes de reservas latentes en la economía nacional». (Discurso de Kosyguin en el XXIIIº Congreso del P.C.U.S.)
«Elevar la eficacia de la producción, reducir su. precio de costo y acrecentar la productividad del trabajo, esa es la vía que debemos transitar para acrecentar los beneficios […]. En las empresas que pasaron al nuevo sistema, se ha adoptado la norma de pagar, de los fondos de estímulos materiales, una prima de fin de año según la antigüedad, la disciplina y la calidad del trabajo. La experiencia ha demostrado que esta forma de estimulación contribuye al acrecentamiento de la productividad del trabajo, a la reducción de la fluctuación de la mano de obra y al reforzamiento de la disciplina del trabajo…» (Alocución de Kosyguin en el XXIV Congreso del P.C.U.S.)
«Por supuesto, hay que otorgar una atención especial al aumento de la productividad del trabajo […] En las empresas existentes, la producción debe crecer, como norma. general, sin aumento de la mano de obra, e incluso disminuyéndola. Pero tan importante como ello es el decidido mejoramiento de la organización del trabajo, la eliminación de las pérdidas de tiempo en el trabajo y el reforzamiento de la disciplina de la producción» (Informe de Brézhnev en el XXVº Congreso del P.C.U.S.).[16]
Como hemos indicado, la reestructuración industrial tiende simultáneamente a mejorar las condiciones de acceso de Rusia al mercado mundial. Pero ello supone recuperar, por lo menos parcialmente, su atraso tecnológico respecto de los capitalismos desarrollados de Occidente. De ahí las importaciones masivas de bienes de producción (a menudo en forma de fábricas enteramente equipadas) que, al sumarse a las importaciones de cereales, gravitan pesadamente sobre la balanza comercial rusa (en los primeros Once meses de 1975, el déficit era de 1,8 mil millones de rublos, según las cifras oficiales)[17] y exigen grandes empréstitos de capitales consentidos por el Occidente a Rusia. Es a ese precio, y sobre todo al precio de sacrificios suplementarios para la clase obrera rusa, que la industria podrá crear empresas capaces de competir y aumentar sus exportaciones:
«Una de nuestras tareas importantes es acrecentar. la eficiencia de nuestras relaciones económicas exteriores. Para lograrlo, tenemos la intención de aumentar regularmente el potencial de exportación del país, de las mercancías tradicionales como de los nuevos artículos. […] Los ministerios y los departamentos deben […] adoptar sistemáticamente medidas tendientes al incremento de la producción, a la mejora de la calidad y de la posibilidad de competencia de los artículos exportados. El comercio exterior se vuelve una rama importante de la economía nacional, y se plantea pues la cuestión de organizar, en ciertos casos, empresas especializadas en la exportación, a fin de satisfacer las necesidades especificas de los mercados exteriores» (Discurso de Kosyguin en el XXVº Congreso del P.C.U.S.).[18]
Las repercusiones de este programa sobre la clase obrera son muy claras. La famosa capacidad de competencia de las mercancías significa simplemente la guerra económica entre capitalismos rivales: más allá de las mercancías, son de hecho los proletarios de todos los países quienes están sometidos al esfuerzo y a la explotación por los capitales respectivos que rivalizan en saña y no buscan «satisfacer las necesidades especificas» de un mercado mundial sobresaturado de mercancías, sino embolsar la mayor cantidad posible de plusvalía, aumentando para ello su parte del mercado en detrimiento de sus competidores. Cuanto más encarnizada se vuelve esta guerra económica (y la participación de Rusia la agravará aún más), más pesarán sobre la clase obrera las leyes del capital.. Ellas implicarán, al Este como al Oeste, «reestructuraciones» y despidos, control creciente de tiempos en el proceso productivo y de trabajadores, incitación a la competencia entre obreros por medio de «incentivos materiales» y de la diferenciación de salarios, aumento de la intensidad del trabajo y del embrutecimiento de proletarios; en suma, explotación creciente de la clase obrera.
Las consecuencias de este programa tan típico del capitalismo no se detienen allí. Aunque la integración ascendente de Rusia en el mercado mundial significa, en el futuro inmediato, mercados financieros y comerciales suplementarios para los capitalismos occidentales más poderosos, el hecho de que estos. ayuden a la industria rusa a modernizarse implica que contribuyen a forjar las armas de un futuro rival. En un futuro, la participación de Rusia en el mercado mundial como potencia comercial significa nuevos flujos de mercancías en mercados ya saturados regularmente, y contribuirán. a agravar las crisis capitalistas mundiales. Recíprocamente, cuanto más comunicadas estarán las principales ramas industriales rusas con el mercado mundial, más. dependiente será la industria rusa en su conjunto respecto de los intercambios exteriores, y más arrastrada será la economía rusa en los remolinos de las crisis capitalistas mundiales.
Es por ello que nuestra conclusión será la misma que la de hace veinte años[19]:
«Una vez que la cortina de hierro se haya transformado en telaraña por la emulación, la crisis mercantil universal morderá al corazón de la joven industria rusa. ¡A ello habrá servido la unificación de los mercados y la libre circulación de la sangre en el cuerpo del monstruo capitalista I Pero el que realiza esta unificación unifica también a la Revolución, la cual bien podría hallar su hora. mundial tras la crisis de la segunda posguerra, y antes del tercer conflicto».
Notes:
[prev.] [content] [end]
Véase especialmente «Struttura economica e sociale della Russia d’oggi» que ha sido reeditada recientemente por Edizioni Il Programma, Milano; «El marxismo y la cuestión rusa», publicado en el nº 19 de esta revista; «Bilan d’une révolution»; «Dialogato con Stalin» y «Dialogato coi morti».
El stalinismo fue aún más allá: instauró el valor «socialista», que significa no sólo la esclavitud del productor sino también la destrucción del marxismo. [⤒]Discurso de Kosyguin en el XXIVº congreso del P.C.U.S., publicado en la «Pravda» del 7 de abril de 1971. Por otra parte, la cifra de 50 % la encontramos efectivamente en el anuario oficial ruso: («Narodnoe Khoziajstvo SSSR»). [⤒]
Discurso de Brézhnev en el XXVº Congreso del P.C.U.S., publicado en la «Pravda» del 25 de febrero de 1976. [⤒]
Véase el «Anti-Dühring», IIIº parte, capitulo 2. La cuestión no es nada académica, puesto que la dictadura del proletariado estará confrontada con la tarea de planificar la economía, en un primer tiempo en los límites de una economía mercantil, para pasar Luego gradualmente a su destrucción. [⤒]
«Narodnoe Khoziajstvo SSSR», 1973. Si a esta cifra se le agrega las 300 000 empresas y fábricas auxiliares que dependen de ellas («SSSR v tsifrah», 1974), se obtiene cerca de 350 000 unidades de producción o establecimientos. [⤒]
Datos estadounidenses: «Fortune», mayo de 1974. Notemos que estas comparaciones sólo conciernen a los porcentajes de las producciones industriales respectivas, y no tienen en cuenta los niveles alcanzados por éstas. Si se estima (grosso modo) el valor de la producción industrial estadounidense en 1973 en el doble del de la rusa, hay que concluir que ¡las primeras 50 empresas USA producen tanto como las 5300 mayores empresas. rusas! Esta comparación, que sólo concierne magnitudes más o menos equivalentes, ilustra bien el abismo cualitativo y cuantitativo que separa a ambas economías, así como, los tormentos que le han de costar a Rusia su plena integración en el mercado mundial. Para fijar las ideas, agreguemos que en Francia, en 1970, un 63 % de la producción industrial era realizado por 1300 empresas aproximadamente («Économie et Statistique», № 53, febrero de 1974), y que en Alemania, en 1972, un 63 % de la producción industrial correspondía a 1677 empresas («Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland», 1975). [⤒]
«L’Expansion», octubre de 1975. [⤒]
Resolución del C.C. del P.C.U.S. y del Consejo de Ministros, «Pravda», 3 de abril de 1973 (el subrayado es nuestro). [⤒]
Resolución del C.C. del P.C.U.S. y del Consejo de Ministros, «Pravda», 3 de abril de 1973. [⤒]
«SSSR v tsifrah», 1974. [⤒]
Resolución del C.C. del P.C.U.S. y del Consejo de Ministros, «Pravda», 3 de abril de 1973. [⤒]
Cuando nosotros citamos estas «trabas burocráticas», no construimos sobre ellas una teoría como el trotskismo; sólo constatamos un hecho. Estas trabas al «libre» funcionamiento de las empresas existen, en mayor o menor grado, en todos los países capitalistas; basta con escuchar a un jefe de empresa francés quejarse de todas las obligaciones y molestias a las que está sometido en los asuntos impositivos, de Seguros Sociales, de controles de toda clase, de suministros, de precio de los productos que fabrica, etc., por parte de la administración de un Estado que es, con todo, el de su clase. La disciplina le es impuesta (dentro de ciertos limites, por supuesto) al capitalista individual para mejor servir los intereses del capitalista colectivo: la burocracia no posee ninguna dinámica propia (pero posee, por el contrario, una inercia potente). [⤒]
Véase en particular nuestro «Dialogato coi morti», Edizioni Programma, Milano. [⤒]
Cifras extraídas de: «SSSR i zarubeznye strany pos le pobedy velikoi oktiabrskoi revolioutsii», Moscú, 1970. Citamos estos datos porque son estadísticamente coherentes a lo largo del tiempo. Los datos suministrados por los anuarios oficiales rusos («Narodnoe Khoziajstvo SSSR») no permiten hacerse una idea coherente de la evolución del número total de las empresas industriales. Señalemos, sin embargo, que el anuario de 1955 daba para el año 1954 la cifra astronómica, aberrante para una economía tildada por decreto de «socialista», de 212 000 empresas industriales estatales, a las cuales debían sumarse 114 000 talleres y otras empresas industriales cooperativas artesanales, 28 000 empresas industriales de las cooperativas de consumo, y cerca de 400 000 empresas y talleres koljosianos (herrerías, molinos, etc.). [⤒]
Como ilustración, damos esta declaración de Jrushchov en el XXIº Congreso del P.C.U.S.:
«Habrá que construir o acabar durante el septenio más de 140 grandes empresas químicas y acondicionar más de 130» («Pravda», 8 de febrero de 1959).
Fanfarronada aparte, ¿qué demuestra esta declaración?: 1) que estas empresas no son tan «grandes» como lo pretende Jrushchov, pues no tiene sentido alguno pretender instalar 140 «grandes» unidades químicas (según se lo entiende en Occidente) en 7 años; 2) que el objetivo buscado es precisamente la creación de una verdadera industria química. [⤒]Respectivamente: «Pravda» del 10 de abril de 1966, del 7 de abril de 1971, del 2 de marzo de 1976 y del 25 de febrero de 1976 (los subrayados son nuestros). Las exhortaciones de este tipo se las halla por centenas. Un último pasaje del discurso de Kosyguin en. el XXVº Congreso del P.C.U.S. da una idea del nivel del «humanitarismo socialista» ensalzado por su autor:
«El papel de los factores sociales en el desarrollo de la producción y en él aumento de su eficiencia se acrecentarán mucho en el curso del nuevo quinquenio. El nivel de calificación de los cuadros, una atmósfera de trabajo creador y un buen clima socio-psicológico en la colectividad, la preocupación acerca de las condiciones de vida de los trabajadores, la creación de equipos culturales y deportivos en las empresas, son elementos que vuelven más interesante, más rica de contenido la vida de los hombres, e influyen favorablemente en los resultados de la producción» («Pravda», 2 de marzo de 1976; subrayado por nosotros).
En el falso «socialismo» ruso como en Occidente, el capital tiene tanta solicitud para con los trabajadores como para con las vacas lecheras a las música clásica para que ¡produzcan más! [⤒]«Financial Times», 10 de marzo de 1976. [⤒]
«Pravda», 2 de marzo de 1976. [⤒]
«La Russia nella grande rivoluzione e nella societá contemporanea», inciso 17. Reunión de Turín (19–20. 05. 1956). Reeditado en «Struttura Economica e Sociale della Russia d’oggi», Edizioni Il Programma, Milano 1976. [⤒]