EVOLUCIÓN DE LA AGRICULTURA Y LUCHA POR LOS MERCADOS MUNDIALES
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Evolución de la agricultura y lucha por los mercados mundiales
Reclamos a la doctrina
Orígenes del capitalismo agrario
La teoría de la renta
Propiedad de la tierra y capital
Renta y productividad
Industria y agricultura
El siglo XX y el progreso técnico
Aumento del producto por unidad de superficie
Dos siglos de crisis agrícola americana
Nace la CEE
Evolución de la CEE
El choque mundial
Continúa la lucha por los mercados
Últimos datos sobre la guerra comercial
Sector agrícola y revolución
Notes
Source
Evolución de la agricultura y lucha por los mercados mundiales
(1) El relator ha anticipado al informe la lectura y el comentario de una serie mínima de citas de Marx, de Lenin y de los trabajos de nuestro partido acerca de las bases de doctrina sobre la teoría de la economía agraria y de crítica histórica sobre sus orígenes. Aquí las citas se exponen ligadas entre sí por brevísimos comentarios. La transcripción, por motivos de agilidad expositiva, está resumida y tiende no a la lectura sino solo a hacer más comprensible el sentido esencial de los conceptos.
Marx, en «El Capital», demuestra que
«originariamente los capitalistas agrarios tienen un origen muy lejano».
Es un proceso lento que se desarrolla a lo largo de muchos siglos. En Inglaterra la primera forma del inquilino es similar a la del villicus en la antigua Roma. Enseguida a parece el verdadero y propio arrendatario, que valoriza el propio capital empleando obreros asalariados y paga al landlord una parte del plus-beneficio en dinero o en especie como renta fundiaria». (Vol. 1, cap. 24.4).
«El capitalismo nace en agricultura, generando, como repercusión, el mercado interno para el capital industrial» (Cap.24.5).
Pero solo la gran industria ofrecerá, con las máquinas, el fundamento constante de la agricultura capitalista,
«expropia radicalmente a la enorme mayoría de la población rural y lleva a cabo la separación entre agricultura e industria doméstica rural desgarrando las raíces de esta última, la hilandería y la tejeduría. Por tanto solo ella conquista al capital industrial todo el mercado interno».
Según Lenin
«el desarrollo del capitalismo en la agricultura consiste ante todo en el pasaje de la agricultura natural a la agricultura mercantil, pero que solo con mucha lentitud cede el lugar a la agricultura mercantil» («Nuevos datos sobre leyes de desarrollo del capitalismo en la agricultura», 1914-15, cap. 2).
Añadimos nosotros en «La Mercancía nunca acabará con el hambre», que
«la preeminencia de la agricultura sobre la industria se prorroga por mucho tiempo. Cuando el problema moderno de la renta fundiaria se plantea, estamos ya en plena economía capitalista, pero la producción industrial es secundaria aún respecto a la agrícola. En efecto de tal modo la plantea Quesnay, con las tres clases: productiva (asalariados agrícolas y arrendatarios), propietaria y estéril (industrial y sus obreros), criterios capitalistas, aunque embrionales. A medida que la manufactura y la industria aumentan el cuadro resulta inadecuado» (Cap. 4).
«A pesar de que Quesnay (1759) considera a los trabajadores de la industria estériles, en aquellos tiempos el desarrollo de la industria había alcanzado, en Inglaterra, un alto grado» (Cap.5).
Estamos ya en la vigilia de la invención de la máquina de vapor, que será el lanzamiento de la gran industria y romperá el vínculo de parentela entre agricultura e industria doméstica.
«La más moderna escuela de la economía clásica, la teoría general del valor, que tiene su origen con los primeros economistas del capital, como Smith, Ricardo, etc. que han dedicado investigaciones centrales a la renta agraria, surgió en Inglaterra, que fue el primer país en poner delante la producción industrial de la agrícola» (Cap.5).
«Los clásicos como Smith y Ricardo representan una burguesía que, luchando aún contra los restos de la sociedad feudal, no actúa mas que para depurar las relaciones económicas de los residuos feudales, para aumentar las fuerzas productivas y dar un nuevo respiro a la industria y al comercio» (Cap.6).
«Para Smith y Ricardo el valor del producto se determina solo y exclusivamente por la cantidad de trabajo que requiere su producción y se puede descomponer en tres factores: salario, renta y beneficio, sea el producto agrario o manufacturado. Pero están por detrás de Marx que establece que el valor del producto se descompone en cuatro partes: capital constante, capital variable, renta y beneficio» (Cap.5).
«Ricardo, exponente de la presión de nuevas fuerzas productivas, no podía dejar de interesarse por el componente alimentario que alcanza precios cada vez más altos manteniendo altos los salarios, y por eso dedicó importantes investigaciones a la renta agraria. Para él la tierra más estéril da una renta cero y un beneficio de empresa normal, y las tierras mejoradas progresivamente dan progresivamente rentas diferenciales, sobrebeneficios» (Cap.8).
Lenin, en «La cuestión agraria y los críticos de Marx», 1900-1908, Cap.2 añade:
«¡La limitación de la tierra! Esta limitación - absolutamente independiente de la propiedad de la tierra - crea una especie de monopolio, o sea: puesto que toda la tierra está ocupada por los agricultores, puesto que la demanda existe para todo el producto producido sobre toda la tierra, incluidos las peores partes y las más alejadas del mercado, está claro que el precio de los productos está determinado por el precio de producción del terreno peor (o por el coste de producción correspondiente a la última y menos productiva inversión de capital). Esta limitación de la tierra impide la formación efectiva de un rendimiento medio. Con el fin de que este rendimiento medio se forme y determine los precios, no sólo es indispensable que cada capitalista pueda en general invertir su capital en la agricultura, creada por el desarrollo capitalista), sino que también es necesario que cada capitalista pueda crear siempre una nueva empresa agraria, además de las ya existentes. Si fuesen así las cosas, no habría ninguna diferencia entre la agricultura y la industria y no se produciría ninguna renta. Pero, precisamente debido a la limitación de la tierra, las cosas no son así. ¿Puede presuponerse que el propietario permita al agricultor cultivar la tierra gratuitamente el terreno peor o peor situado del que se extrae solamente la ganancia media del capital? Por supuesto que no. La propiedad de la tierra es un monopolio, y en base a este monopolio el propietario exigirá al agricultor el pago de esta tierra. Este pago será la renta absoluta que no tiene ningún nexo con el rendimiento de las sucesivas inversiones de capital, y que se genera por la propiedad privada de la tierra. Por lo tanto en la tierra tenemos un doble monopolio. En primer lugar, tenemos el monopolio de la explotación capitalista de la tierra. Este monopolio está originado por la limitación de la tierra y por eso es necesario en la sociedad capitalista. En segundo lugar, tenemos el monopolio de la propiedad privada de la tierra. Este monopolio no está ligado indisolublemente al precedente, ni lógica ni históricamente. Este monopolio no es necesario para nada en la sociedad capitalista ni en la organización capitalista de la agricultura. Por eso es absolutamente necesario distinguir estos dos tipos de monopolios; y por consiguiente, es necesario reconocer que, junto a la renta diferencial, existe la renta absoluta que se genera por la propiedad privada de la tierra.
La posibilidad de la renta absoluta originada por el plusvalor del capital agrario, es explicada por Marx por el hecho de que en la agricultura la parte del capital variable en la composición general del capital es superior a la media (hipótesis muy natural, dada por el incontestable atraso de la técnica agrícola respecto a la industrial). Por eso el valor de los productos agrícolas es, en general, superior a su precio de producción y el plusvalor es superior al beneficio. Pero el monopolio de la propiedad privada de la tierra impide que este excedente entre totalmente en el proceso de nivelación del beneficio, y la renta absoluta se toma de este excedente».
«Marx demuestra que cae la primera premisa errónea de la renta diferencial que dominaba todavía en West, Malthus y Ricardo, o sea que la renta diferencial presupone necesariamente el paso a tierras siempre peores, o bien la disminución constante de la productividad de la agricultura. La renta diferencial puede existir pasando a tierras mejores; la renta diferencial puede existir cuando el último lugar lo ocupa una tierra mejor que la que la tenía precedentemente. Puede estar ligada a los progresos en la agricultura. La condición para que exista es solamente la distinta calidad de los terrenos. En cuanto se trata del desarrollo del rendimiento, la renta diferencial presupone que el aumento de la productividad absoluta de toda la superficie agrícola no suprima esta diversidad, sino que la refuerce, la deje inmutable o solamente la reduzca» (Cap.1).
«Quien sólo reconozca la existencia de la renta diferencial debe necesariamente llegar a la conclusión de que las condiciones de la empresa agraria capitalista y del desarrollo permanecen absolutamente inmutables tanto si la tierra pertenece al Estado o a particulares. Desde el punto de vista de la teoría que niega la renta absoluta, en ambos casos existe sola y únicamente la renta diferencial. Se entiende que una teoría similar debe conducir a negar toda importancia a la nacionalización como medida que influye sobre el desarrollo del capitalismo acelerándolo, allanando su camino, etc. En efecto, dicha concepción de la nacionalización deriva del reconocimiento de las dos formas de renta: la forma capitalista, o sea la forma que no puede abolirse en el régimen capitalista, ni siquiera cuando la tierra es nacionalizada (renta diferencial) y la forma no capitalista, que está ligada al monopolio, es inútil para el capitalismo e impide su completo desarrollo (renta absoluta). Negar la renta absoluta significa negar la importancia de la propiedad privada de la tierra en el capitalismo» (Lenin. «Programa agrario de la socialdemocracia en la revolución rusa de 1905». Cap.4).
«Tras demostrar que el propietario de la tierra es una figura completamente superflua en la sociedad capitalista, y que el fin de esta sociedad es «totalmente alcanzable» si pertenece al Estado, Marx continúa: el burgués radical llega en teoría a la negación de la propiedad de la tierra. Pero en la práctica le falta valor, ya que el ataque contra una de las formas de propiedad - contra la forma de la propiedad privada de las condiciones de trabajo - sería peligrosísimo también para la otra forma de propiedad. Además el burgués también se ha territorializado» (Cap.7).
Y concluye Lenin:
«no puede haber nacionalización por la simple razón de que ninguna clase social actúa contra sí misma».
«A la renta diferencial que deriva de la diversidad de los diversos terrenos Marx la llama «renta diferencial prima». A la renta que deriva de la diversa productividad de los capitales complementarios invertidos en un mismo terreno Marx la llama «renta diferencial segunda». El arrendatario, hasta el vencimiento de su contrato de arrendamiento, siempre puede apropiarse y se apropia de todo tipo de renta. Durante toda la duración del contrato, la propiedad privada de la tierra deja de existir, y él, al pagar el alquiler escapa a este monopolio al no afectarle. Por eso, cuando tras una nueva inversión de capital en su terreno, el arrendatario obtiene un nuevo beneficio y una nueva renta, ésta última pasa a manos del arrendatario y no del propietario. Éste empezará a recibir esta nueva renta solamente tras el vencimiento del viejo contrato de arrendamiento, o tras el vencimiento de un nuevo contrato. ¿Qué tipo de mecanismo hace que la nueva renta pase del bolsillo del arrendatario al del propietario? El mecanismo de la libre concurrencia, porque la empresa excepcionalmente ventajosa, que habrá dado al arrendatario no sólo una ganancia media, sino también un sobrebeneficio (renta), atraerá los capitales. Por lo tanto se comprende, por una parte, porqué razón, a paridad de todas las demás condiciones, los alquileres a largo plazo son más beneficiosos para los arrendatarios y los de a corto plazo son más ventajosos para los propietarios» (Lenin. «Programa agrario...» cit.).
En «Mai la merce sfamerà l'uomo» («La mercancía nunca acabará con el hambre») ponemos en evidencia, sea cual sea la composición demográfica de las clases agrarias que:
«lo que importa es la ley de la diferencialidad de las rentas y del crecimiento del precio general en la sociedad internacional, que teje sus hilos en un mercantilismo único».
Citamos a Engels:
«Cuanto más capital se invierte en un terreno y cuanto más elevado es el desarrollo de la agricultura y de la civilización en general, más aumentan las rentas por hectárea así como la suma total de las rentas, y más ingente es el tributo pagado por la sociedad a los grandes propietarios bajo la forma de plus-beneficios, hasta que todos los tipos de terreno sometidos al cultivo están en grado de participar en la concurrencia».
«Se trata de comprender cuál es la tesis de Marx: con el desarrollo del modo de producción capitalista y con la inversión de mayores capitales en la tierra, único medio de aumentar el producto en relación al aumento de la población, la renta tiende a aumentar, tanto en su masa total como en la media por unidad de superficie, a veces en una relación mayor que la del capital (y su beneficio), y pocas veces con un ritmo menor a él. Por eso Marx invita a reflexionar sobre dos puntos. El primero es la derivación histórica de la forma segunda (tierra totalmente ocupada) de la forma primera (tierra en vías de ocupación o roturación). El segundo punto es que en pleno desarrollo de la forma segunda, que atrae sobre la misma tierra social, que ya no puede aumentar métricamente, partes mayores del capital social, para lanzar el producto, entra en juego el reparto del capital entre pequeños, medios y grandes empresarios. También en la manufactura el volumen de la empresa es un elemento de variación en la tasa de beneficio: la tasa media calculada por la suma de todos los capitales (sean de quien sean) responde a un cierto mínimo de negocios respecto a un mínimo de capitales. Todo lo que excede a este mínimo puede dar un sobrebeneficio; lo que es inferior, no obtiene el beneficio medio. Este teorema que se enuncia aquí de manera drástica refleja todo el marco económico capitalista, incluido también el sector agrícola. Esta circunstancia hace que los arrendatarios capitalistas estén en grado de apropiarse una parte de la plusganancia. No sucedería otra cosa aunque se alcanzase una actividad y una productividad similares a las conseguidas en las manufacturas lo cual es imposible en el capitalismo. El choque de la producción industrial con sus limitaciones y la concentración de los capitales acumulados, abre las puertas al sobrebeneficio en todos los campos de la economía, pese a la caída de la tasa media de ganancia.
Por lo tanto Marx demuestra: mientras que no cambie el precio del grano, la inversión de capital móvil en la tierra para aumentar la producción no afecta para nada a la renta, ni siquiera si la productividad de las posteriores aportaciones es decreciente. Si posteriormente la productividad es constante o creciente, la renta de la tierra sufre una fuerte subida». («Mai la merce sfamerá l'uomo». Cap.10).
«La parálisis en el desarrollo agrario de los países exportadores de capital, había contribuido a crear una legión de críticos del marxismo. Los señores Bulgakov, Hertz, Chernov, etc, al oír el nombre de Kautsky entran en un estadio de casi irresponsabilidad, queriendo demostrar que el marxismo dogmático en el campo de las cuestiones agrarias ha abandonado sus posiciones. Para fundamentar su «teoría del desarrollo agrario», plantean las «leyes de la productividad decreciente del terreno». Citan párrafos extraídos de los libros de los clásicos, que establecen esta «ley» en virtud de la cual «toda inversión suplementaria de trabajo y de capital en la tierra viene acompañada de una cantidad suplementaria, no correspondiente, sino decreciente de productos».
Vuelven atrás hacia la economía burguesa, la cual esconde las relaciones sociales bajo imaginarias «leyes externas».
«Pero la más mínima reflexión demuestra a cualquiera que este argumento representa la más inconsciente de las abstracciones dejando al margen el elemento principal: el nivel de la técnica, el estado de las fuerzas productivas. Tomemos la industria. Imaginemos la molienda del grano y el trabajo del hierro en la época antecedente al comercio mundial y a la invención de la máquina de vapor. En este estadio de la técnica, los límites de las inversiones suplementarias de trabajo y de capital en las forjas manuales, en los molinos de viento o de agua eran extremadamente reducidas; inevitablemente debía darse una enorme difusión de las pequeñas forjas y de los pequeños molinos, antes de que la radical transformación de los medios de producción crease una base para nuevas formas de industria. Por eso ni Marx ni los marxistas hablaban de esta «ley», mientras que los representantes de la burguesía la pregonan a los cuatro vientos» (Lenin. «La cuestión agraria...». Cap.1).
«Kautsky en 1899 señala la importancia de la electricidad, y precisamente la transformación de la agricultura de una vieja manufactura en una gran producción moderna» (Cap.3).
Y Lenin responde a todos esos que casi se complacían del estancamiento técnico:
«El economista debe mirar siempre hacia adelante, hacia el progreso técnico, de otra forma lo que hará será ir hacia atrás, ya que quien no mira hacia adelante vuelve la espalda a la historia: aquí ni hay ni puede haber una vía intermedia. Los escritores, como Hertz, que han abordado la cuestión de la concurrencia entre la gran producción y la pequeña en la agricultura ignorando la influencia de la electricidad, deberán empezar de nuevo su examen» (Cap.3).
La revolución industrial continúa su desarrollo acelerado y la concentración de los capitales permite obras colosales.
«Kautsky dice: la industria ha creado las condiciones técnicas y científicas para la nueva agricultura racional mediante las máquinas y los abonos químicos, mediante el microscopio y el laboratorio, promoviendo de esta manera la superioridad técnica de la gran producción capitalista sobre la pequeña producción campesina» (Lenin. «El capitalismo en la agricultura». 1899-1900).
Pero la agricultura sólo recibe una parte de las ventajas del acelerado crecimiento del capital social y del desarrollo de la división social del trabajo.
«La agricultura se acerca cada vez más a ciertas ramas industriales en comparación con la agricultura primitiva, pero no recibe técnicas específicas de la industria para los trabajos agrícolas con una alta productividad, y por esto persiste la dispersión de las pequeñas explotaciones».
«La agricultura estaba atrasada con respecto a la industria: este fenómeno era propio de todos los países capitalistas y constituía una de las causas más profundas del desequilibrio entre las distintas ramas de la economía» (Lenin. «Nuevos datos...».Cap.15).
La industria a comienzos del siglo XX había alcanzado el potencial suficiente para convertirse en el fundamento constante para socializar la agricultura capitalista. En su carrera por obtener mayores sobrebeneficios, los países más avanzados habían exportado los capitales que habrían permitido a la agricultura pasar a la gran producción moderna. Pese a todo el relativo retraso técnico de la agricultura continúa.
La industria para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia debe continuar la carrera para concentrar y aumentar la productividad del trabajo. Es a finales del siglo XIX cuando se inicia el desarrollo sin pausa de la industria eléctrica, en 1897 se inventa el motor Diesel, cuyo desarrollo constatamos hoy día; en 1903 el fordismo, el sistema Taylor; los medios de transporte y de comunicación se potencian. Todos los sectores se desarrollan. El gigantesco desarrollo de la industria aumenta la posibilidad de inventar nuevas máquinas agrícolas, tal y como había previsto Lenin. Pero su valor se puede añadir a corto plazo a los productos únicamente en la gran explotación, permitiendo su renovación con máquinas cada vez más productivas; en la pequeña explotación sucede todo lo contrario.
Un tractor siega tanto heno en una hora como diez obreros en un día. Mediante el uso de bueyes eran necesarios dos días para arar una hectárea, un día con un semidiesel, una hora y media con los actuales tractores diesel de 120 caballos. Se ha conseguido una síntesis entre agricultura e industria sin posibilidad de resucitar el pasado.
Las nuevas técnicas, no sólo eliminan mediante la concurrencia a la pequeña producción, sino que además han invertido la relación entre capital constante y capital variable. Para hacernos una idea: Italia tenía en 1957 casi 8 millones de personas empleadas en la agricultura, que a finales de los 80 eran menos de 2 millones, habiéndose producido un aumento de la producción. En Francia, que era predominantemente agraria, con una extensión cultivada que casi era el doble de la italiana, los que trabajan en la agricultura son poco más de un millón. Inglaterra tiene aproximadamente 500.000 personas dedicadas a labores agrícolas. Pese al aumento de su población, la Comunidad Europea en 1985 era autosuficiente incluso en la producción de grano. En los Estados Unidos se ha pasado a menos de un 3% de la población activa dedicada a la agricultura.
«Según datos del Instituto Estadístico de la Comunidad Europea resulta que en 1988 el número de agricultores está en disminución constante en la CEE. En diez años, desde 1975 a 1985, dos millones y medios de agricultores han abandonado la actividad agrícola. Por lo tanto el número de explotaciones agrarias ha disminuido 1,7 millones de 1970 a 1985. La tendencia hacia la concentración que caracteriza en general a la economía, se manifiesta también en el sector agrario, y por tanto en un aumento de las dimensiones de las explotaciones» («Struttura e mercato comunitario», pag.209).
Aumento del producto por unidad de superficie
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El conocimiento y la aplicación de las ciencias en la agricultura es hoy muy superior a las que comentaba Kautsky. Para hacerse una idea del aumento de la producción por unidad de superficie véase la capacidad de la tierra para producir actualmente 30 siembras de trigo frente a 4 a finales del feudalismo. La producción de trigo que en 1940-42 se efectuaba en terrenos llanos en el clima mediterráneo daba unos 30 quintales métricos por hectárea, ahora da 60. Mucho mayor ha sido el aumento de la producción por unidad de superficie en el maíz y notable también en la remolacha.
«En Italia la desactivación natural de centenares de miles de explotaciones en los últimos diez años no ha traído consigo una disminución en la producción, y ha aumentado la producción por unidad de superficie, como sucede en la Comunidad Europea» («Nuova Agricoltura», julio de 1989, pag.12),
confirmando lo que había dicho Marx, acerca de que en la agricultura se puede proceder productivamente a sucesivas inversiones de capitales porque el terreno ejerce por sí mismo la función de instrumento de producción. Con la aplicación de las ciencias y de las nuevas técnicas el hombre ha aprendido ha utilizar a gran escala las fuerzas naturales también en la agricultura y, se ha menospreciado el producto de su trabajo pasado. El capital en la agricultura ha llevado a cabo el esperado salto cualitativo pasando de la productividad decreciente con las últimas inversiones de capital a una productividad creciente. El capital no paga el trabajo empleado, sino el valor de la fuerza de trabajo empleada; en el capitalismo el uso de la máquina debe tener un valor inferior al valor de la fuerza de trabajo que sustituye. El valor de la fuerza de trabajo sustituida ha sido enorme en la agricultura, habiéndose reducido el capital variable un 2,4% en América sobre el total del capital variable nacional.
Esto no significa que la agricultura haya alcanzado o pueda alcanzar en un futuro a la industria: escribíamos en 1954 en «Mai la merce sfamerá l'uomo» que
«las toneladas anuales de grano que producía cada obrero agrícola en el curso de un siglo no habían crecido probablemente más de un 50%, mientras que las de acero habían crecido diez veces más».
En «Nuova Agricoltura», nº20 de 1985, avolio, respondiendo a quienes auspiciaban un sistema agro-industrial-alimentario, decía:
«seamos realistas, si se juntasen los sectores industrial, comercial y agrícola, para dar vida al así llamado 'sistema agro-industrial-alimentario', la agricultura sucumbiría. No es posible plantear que la agricultura imponga sus exigencias en el mecanismo de funcionamiento del sistema. Es más fácil prever que, como sucede ahora, el sector agrícola se convierta en una sección más del sector industrial, completamente subordinado a él».
Nosotros sabemos bien que la síntesis industria-agricultura sólo será posible con una base no capitalista.
Dos siglos de crisis agrícola americana
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«El problema de las dimensiones de las explotaciones puede encuadrarse en la crisis que ha afectado en los dos últimos siglos a la agricultura americana. En un breve examen se ve que desde 1820 a 1870 más de un 50% de la fuerza de trabajo americana desarrollaba su actividad en el sector agrícola; mientras que en 1920 había descendido por debajo del 30 por ciento. En 1930 empleaba poco más del 20%; en 1940 alcanzaba el 18%; en 1950 había descendido hasta el 12% aproximadamente; en 1960 llegaba al 7%; en 1970 al 5%; en 1990 había caído hasta el 2'4% o sea la mitad en 20 años. Según las estadísticas del sector, el número de personas que trabajaban en la agricultura ha caído desde los 32 millones de 1910 hasta los 4 millones y medio de 1990. Por contra, en poco más de un siglo la extensión de terreno cultivado ha aumentado del 28% de 1880 al 51% en 1990. Al mismo tiempo ha aumentado considerablemente la producción (la de maíz, por ejemplo, se ha doblado desde 1960 a 1990), mientras que ha aumentado notablemente la extensión mínima útil de explotación, que en los últimos 30 años se ha duplicado, pasando de media de 350 a 770 acres (equivalentes a 283,27 hectáreas), con el consiguiente cierre de numerosas explotaciones, sobre todo familiares» («Struttura e Mercato Comunitario», p.345-346).
Paralelamente se abre paso el contoterzismo que permite, en las explotaciones mayores, unas formas de dirección encomendadas a trabajadores ajenos al grupo familiar que se trasladan de una explotación a otra para llevar a cabo, con la ayuda de las máquinas, todas las tareas agrícolas necesarias para el cultivo y la recolección, enmarcadas en una creciente especialización hacia los monocultivos de maíz, soja y avena, con un evidente riesgo de notables daños ambientales.
En la página 346 de la publicación antes citada se dice:
«la agricultura de los USA parecería tender a la producción de alimentos no sólo para alimentar a su propia población sino también para comerciar con el extranjero, incluso en presencia de una crisis que ha reducido en un 50% el valor de los terrenos americanos.
En 1920, antes de la caída de la bolsa en Wall Street, la agricultura americana, que había conocido una gran expansión antes y después de la primera guerra mundial, estaba en dificultades a causa de una acentuada disminución de las exportaciones y de unas prolongadas sequías. En 1929 se introdujo en un primer momento una política de mantenimiento de los precios sin controles de la producción, de tal manera que rápidamente los USA (con mucho adelanto sobre la CEE), hicieron, en pleno periodo de depresión, el experimento de los 'excedentes estructurales' y el consiguiente aumento del gasto público para sostener la agricultura. Por primera vez, a comienzos de los años 30, se había previsto el abandono del cultivo de tierras agrícolas. Las decisiones anuales en esta materia fueron aplicadas hasta los años 60 de un modo más o menos incisivo, pero con unos resultados económicos muy poco apreciables. Se produjeron grandes excedentes debido al incremento de la productividad. No obstante a comienzos de los años 60, pese al aumento de las exportaciones, se constató el fracaso de los esfuerzos destinados a evitar la formación de excedentes. Sólo en 1970 se tuvo por primera vez una idea formal de las verdaderas y propias medidas de set-aside (barbecho) para el trigo, los cereales forrajeros y el algodón, reservándoles el beneficio de los programas de ayudas públicas. En 1973 se dió una prórroga en la aplicación del set-aside. En 1977 se aplicó el set-aside además de al trigo, a los cereales forrajeros, al algodón y al arroz. Esta normativa recogía una medida análoga para «retirar sementeras de la producción» del régimen comunitario de la CEE. Nuevamente con la crisis de comienzos de los 70 se disparó el problema de los excedentes, y las verdaderas y propias medidas de set-aside» («Struttura e mercato comunitario», p.345-351).
Europa no había conocido nunca «excedentes estructurales» agrarios. Tras la segunda guerra mundial todos los países europeos, vencedores y vencidos, se convirtieron en tributarios del poderío económico americano. Para Europa el sector más débil era la agricultura, debido a su histórica inferioridad crónica respecto al sector industrial. En consecuencia, las mismas normas del tratado de Roma de 1958, que constituiría el Mercado Común Económico Europeo, preveían para la agricultura comunitaria un «régimen jurídico especial», destinado a «defender una autosuficiencia más estricta dentro de cada país». El incremento de la productividad asume un carácter principal en el marco de esa primera política agrícola común, en un intento por obtener un mayor producto con igual coste, o bien disminuyendo los costes a paridad de producto, a través de un progreso técnico progresivamente mayor.
«El tratado preveía un periodo transitorio de 5 años para la constitución de organismos comunes de mercado. Un ejemplo de esto había sido el acuerdo cerealista franco-alemán del 25 de febrero de 1959 que incluía un aumento progresivo de los intercambios y unos precios relativos. Alemania con un discreto desarrollo agrícola, pero sobre todo con una potentísima industria, hasta finales del tratado (en 1963) registraba un incremento productivo del 18 por ciento. Francia tradicionalmente productora de grano, se encaminaba también a ser una potencia industrial» («Struttura e mercato comunitario», p.39).
«En 1966 aparece la AIMA que empieza a desarrollar sus propias tareas de intervención, con el único fin de conseguir una actuación efectiva sobre el mercado del precio mínimo del grano, y obligaba a los órganos de intervención a la adquisición de todo el grano que se les ofrecía, al 'precio mínimo de intervención'».
En Francia se retiró todo el producto con el precio mínimo garantizado, y al ser el precio libre inferior se garantizó de esta manera una sustanciosa renta agraria teniendo en cuenta la tradicional vocación francesa en producir trigo. La Comunidad pagó a Francia y a Alemania un tributo bajo la forma de renta agraria. El precio mínimo garantizado favoreció a las grandes explotaciones con una alta productividad del trabajo. La revista «Agricoltura» nº10 de 1986 indica que Francia antes de 1986 había alcanzado una producción de grano que era casi la mitad de toda la producción comunitaria.
En 1972 se pasa a las exportaciones para sostener los mercados. Se pone en evidencia el intento comunitario por exportar hacia otros países los excedentes rechazados por el mercado. Mayor importancia tuvo la introducción de las «compensaciones monetarias» con el fin de equilibrar las diferencias entre los precios comunitarios y los nacionales, en defensa de las oscilaciones cambiarías.
Los países más fuertes económicamente son los que más exportan. Francia y Alemania absorben el mayor porcentaje de medios disponibles para sostener su propia agricultura. Pero desde 1969 aparecen las primeras dificultades, debidas sobre todo, al creciente desequilibrio en la balanza de pagos USA, un amplio movimiento de especulación financiera que produjo considerables oscilaciones en las monedas francesa y alemana. Enmarcada en una política de mantenimiento temporal de los «precios indicativos» se ofreció una «ayuda compensatoria» dirigida a los agricultores alemanes y consistente en 1.700 millardos de marcos anuales.
Entre los motivos determinantes de la crisis monetaria que culminó el primer día de agosto de 1971, el presidente del GATT (Acuerdo General Tarifario y comercial) enumeraba el proteccionismo, el regionalismo, las preferencias especiales y la agricultura. La terminología que se creía superada para siempre vuelve a estar nuevamente en auge: proteccionismo, limitación de los intercambios, control de los mercados, barreras aduaneras, etc. Aquellos años marcaron el final de su ciclo. La agricultura en la CEE, que todavía no era autosuficiente, estaba muy subvencionada para permitir la reestructuración de las explotaciones.
Este problema impuso a la CEE, para sustraerse a las imposiciones americanas, acelerar el desarrollo capitalista en la agricultura, y con esto también una aceleración en el proceso de expulsión del pequeño campesino de la tierra, lo cual puede crear trastornos sociales. El sistema de ayudas, primas, etc., como garantía de una «renta mínima» al agricultor, pretendía actuar precisamente sobre los efectos de un proceso acelerado que no se podía controlar de otra manera. De año en año aumentaban la productividad del trabajo, por lo tanto también el precio medio del producto disminuía, y con él la famosa «renta mínima garantizada», que ponía cada en más dificultades a las pequeñas explotaciones, pero retrasando de esta manera su expulsión.
En 1972, el número de explotaciones agrícolas por debajo de 50 hectáreas había disminuido en Francia un 12,6% en 12 años y en Alemania un 23,5% en diez años; en el mismo periodo en Inglaterra las explotaciones por debajo de 120 hectáreas se han reducido en un 32,2%; por el contrario las más grandes, o sea las superiores a 50 hectáreas, han aumentado; en Francia en 12 años un 14,8% y en Alemania un 18,3% en 10 años, periodo en el cual las explotaciones agrícolas superiores a las 120 hectáreas registraron un incremento del 34,5 por ciento. Además el número de agricultores se ha reducido en diez años un 30% en Alemania, un 28% en Francia, un 39% en Italia y un 33,5% en el MEC. En el decenio posterior a 1972, el número de tractores ha crecido un 10% en la URSS y un 30% en los EEUU.
En los años 80 la CEE presentaba dificultades debidas a la existencia de la sobreproducción agrícola. En 1985 comenzaba la limitación de muchas producciones, se ofrecieron incentivos para arrancar viñas, frutales, sacrificar vacas. Se penalizaba a quienes superasen la cantidad asignada. La precedente política agrícola comunitaria tendente a la autosuficiencia dentro de cada país, se invierte y se pasa a las «cuotas» de productos asignadas a los respectivos países que pasan por alto la autosuficiencia, penalizándoles si la superaban. A Francia y a Alemania se les asignan para los productos más importantes cuotas superiores a su consumo interno. El último caso aparecido han sido las «cuotas lácteas», que Italia, que no es autosuficiente, importa desde Alemania y Francia; para obligar a entrar a Italia dentro de las cuotas se ha «desactivado» a los pequeños ganaderos, mediante subvenciones.
Puesto que la renta diferencial no solamente proviene de las diferencias existentes entre las tierras cultivadas, sino también de la diferencia entre los capitales empleados en un mismo terreno, es natural que América, para mantener alta la renta, busque la manera de imponer a los potenciales competidores un freno en el desarrollo agrícola. Pero esto es válido también para los países más fuertes dentro de la CEE: Francia y Alemania para defender su renta agraria han buscado y buscarán siempre aminorar o retrasar el desarrollo agrícola de los demás países comunitarios.
Los estados miembros de la CEE, que están en los primeros puestos como países industrializados siempre han mostrado escaso interés hacia acciones estructurales
«correspondiendo con retraso y parcialmente a sus cuotas nacionales» («Nuova Agricoltura», nº13/ 1989).
«Las asociaciones agrícolas declaraban la guerra a la nueva PAC que según el presidente de Coldiretti 'hay que rehacerla'. Los representantes del mundo agrícola nacional creían necesario 'conocer de una vez por todas que se esconde tras la liturgia comunitaria' y por lo tanto cuáles pueden ser las verdaderas razones de una política agraria común que parece tender fatalmente a deprimir la productividad agrícola de los países miembros de la CEE, suscitando la sospecha de un favor más o menos acentuado hacia el predominio monopolista de la agricultura americana, la cual se presentaría como vencedora efectiva en las negociaciones del GATT». («Struttura e mercato comunitario», p.382).
Por nuestra parte añadimos que este vasallaje frente a los EEUU se reproduce dentro de la CEE. A pesar de las protestas nada ha cambiado.
A esta situación se añadía la unificación alemana. El 7 de octubre de 1990 «Linea Verde» visitaba las explotaciones agrarias de la Alemania del Este, con una superficie que va de las 4.000 a las 6.000 hectáreas, y que los socios comunitarios no quieren fraccionar porque con esas dimensiones el trabajo es más productivo, mientras que los agricultores de la Alemania occidental, están preocupados ya que sus explotaciones tienen una media de 100 hectáreas, lo que les sitúa en desventaja, sobre todo en un momento difícil para la agricultura alemana.
«El así llamado set-aside, promovido en la CEE para atenuar y limitar los excedentes estructurales, había sido solicitado sobre todo por Alemania, que de este modo podía resolver su propia situación cerealista sin penalizar excesivamente a los empresarios agrarios. Este instrumento de intervención comunitario había encontrado, en su realización, una serie de perplejidades y dudas por parte de casi todos los Estados miembros de la Comunidad. La experiencia en los EEUU de las tierras en barbecho no había producido resultados sensibles en la reducción de los excedentes estructurales. También en Italia, la desactivación natural de centenares de miles de explotaciones en los últimos diez años no ha traído ningún decrecimiento productivo» («Nuova Agricoltura», nº13-1989).
En 1996 estalla el escándalo de las vacas «locas», debido a la manipulación alimenticia del ganado, que llega hasta el canibalismo, alimentando al animal herbívoro con proteínas animales y malsanas, debiendo sacrificarse rebaños enteros para no contaminar a las personas. En vez de castigar con el sacrificio sin indemnización a los culpables, la Comunidad ofreció a Inglaterra unas indemnizaciones para compensar el sacrificio de un gran número de vacas. Después se escuchó que se habían sacrificado pocas. De esta forma el resto de los países de la Comunidad han pagado primero el sacrificio, después la caída de los precios debido al temor de los consumidores al contagio. Ahora vemos cómo se manifiestan también los productores de aceitunas, de arroz, de naranjas, etc.
Tras la así llamada Política Agraria Comunitaria se esconde únicamente una sórdida lucha entre los países más industrializados para retrasar el desarrollo de los demás países, y de esta manera mantener o aumentar (como hace América) su renta agraria fundada en la diferencia entre la productividad de las explotaciones. Los EEUU tienen una extensión media en las explotaciones de 283 hectáreas, ¡la Comunidad Europea de 13-14! Pero igualmente encontramos grandes diferencias dentro de la propia CEE: Portugal y Grecia tienen una superficie media de 4 hectáreas; Italia 8-9 hectáreas. En el Reino Unido 4 personas cultivan 100 hectáreas; en Grecia, para la misma superficie, son necesarias 52 personas, mientras la media comunitaria es de 15. Las pequeñas explotaciones familiares son todavía dominantes en la Europa meridional. Las empresas especializadas en los cultivos que exigen una mayor cantidad de mano de obra predominan en Italia, España, Grecia y Portugal, mientras que en los países de la Europa septentrional las explotaciones están orientadas principalmente hacia la ganadería, con una menor mano de obra, y estos países ejercen, a través de las cuotas asignadas a diversos productos, el monopolio en la agricultura, que desde hace tiempo se va concentrando cada vez más en el potencial industrial y financiero alemán.
La agricultura - particularmente la europea - ha alcanzado el estadio de todos los sectores capitalistas en la fase imperialista, por tanto ya no hay una lucha para conquistar para la economía capitalista la precedente estructura agraria, sino para arrancar los mercados a los demás capitalistas agrarios. Una lucha que se funde con la de la industria, porque la industria, que ha llevado a este estadio a la agricultura, no puede dejar a un lado a un sector tan importante que debería alimentar a bajo precio a los proletarios y que compra máquinas y accesorios agrícolas.
El capitalismo disuelve, día a día, con una velocidad sin precedentes, la vieja organización de la agricultura. En 1961 el mundo tenía un stock de arroz, trigo, etc. para resistir momentos difíciles durante 95 días; en 1970 el stock había caído a 69 días; en 1973 en 1974 a 40 y 26 días. La causa principal, según la FAO, habría sido de naturaleza climática-estacional, es decir, la oleada de mal tiempo generalizado y sin precedentes habría afectado a las cosechas.
La escasa producción había hecho subir dos veces desde julio de 1972 hasta junio de 1973 las cotizaciones del trigo, las del maíz todavía más, y la soja cuatro veces, lo que en un mercado libre habría significado un incentivo para producir más. Por el contrario, en ese momento crucial, en 1972, el máximo productor y exportador mundial de alimentos, los USA, gastaron 1.050 millones de dólares para limitar la producción de trigo, compensados ampliamente debido a la subida de su precio. No fue el mal tiempo la causa principal, sino el huracán imperialista. Washington se aprovechó de su posición como máximo exportador mundial de alimentos como estrategia comercial en las negociaciones dentro del GATT, para convencer a sus partners agitando el fantasma del hambre y obteniendo al mismo tiempo un nuevo equilibrio internacional y el equilibrio en la balanza de pagos. Consiguió de un golpe una victoria política y un útil económico.
Ante estas demostraciones del gendarme mundial, ya fuese con el dólar o con el fantasma del hambre dirigido contra ellas, las burguesías mundiales callaron, pero estaban obligadas a encontrar instrumentos para sustraerse y afrontar la crisis del sistema capitalista que era cada vez más profunda.
En 1985,
«los Estado Unidos, al reencontrar en los últimos tiempos una disminución de su capacidad de penetración en los mercados mediterráneos con sus cítricos - debido a que la Comunidad ha permitido relaciones privilegiadas con los países mediterráneos - han pedido compensaciones. Estas no han podido ser acordadas y por eso los Estados Unidos han llevado a cabo una presión aumentando las tarifas aduaneras en algunos productos, entre los cuales estaban las pastas alimentarias (...). Los problemas son diversos, pero todos se enfrentaban a una fase de transformación de la agricultura a nivel internacional: había problemas para la agricultura americana y había problemas para la agricultura europea. Los agricultores americanos se encontraban endeudados con los bancos al haber realizado fuertes inversiones en esos años. Algunas instituciones de crédito estaban cerca de la quiebra porque no tenían posibilidad de hacer frente a la situación. Por eso la administración americana quiere economizar a nivel interno pero, al mismo tiempo, quiere ayudar a sus agricultores a exportar en todos los mercados del mundo de modo que no se produzca una caída en picado de la economía agrícola». («Nuova Agricoltura», nº21/ 1985).
«Con motivo de la 14» conferencia sobre agricultura entre los Estados Unidos y la Comunidad Europea, celebrada en San Antonio, Tejas, del 23 al 25 de octubre de 1985, se ha prestado especial atención a los problemas derivados del excedente de la producción agrícola mundial con respecto a la demanda efectiva» (p.16),
problema éste que nunca podrá resolver el capital, sobre todo actualmente, dado el aumento del paro y la disminución del poder adquisitivo de los salarios que hace que disminuya la demanda «efectiva». es decir «soluble». Los «no solubles» son casi un millardo, de los que 40.000.000 mueren de hambre cada año.
El artículo indicaba que el Congreso de los Estados Unidos estaba discutiendo, en sustitución del viejo Farm-Bill, una nueva ley dirigida especialmente a integrar la renta de los farmers para permitirles competir a precios reducidos. ¿No es esto dumping? Al mismo tiempo declaraban que debía reforzarse y calificarse el GATT mediante negociaciones.
En 1990,
«en la cumbre de los siete grandes en Houston, el debate sobre la reforma de las políticas agrícolas ocupó el mismo espacio. Para la Comunidad lo esencial era que el texto indicase que el desmantelamiento de las subvenciones a la exportación irá al mismo paso que la disminución del apoyo interno. Dicho de otra forma los USA deberán reducir el apoyo a su agricultura de un modo equivalente al que pide la CEE. El presidente de la comisión en la conferencia ha sido muy claro:
«No podemos ir hacia la desertización del 30% de nuestros territorios para contentar a un país que no entiende nada de nuestros problemas».
Y:
«para los Estados Unidos se trata de echarnos fuera del mercado y de ocupar nuestro lugar».
El presidente del Copa ha puesto en evidencia que el presidente de los Estados Unidos no pierde ocasión, en el curso de las diversas reuniones para la renovación del GATT, de hablar casi exclusivamente de los problemas agrícolas bajo la fuerte presión del lobby de los grandes monopolios del comercio agroalimentario americano. Ha denunciado cómo los USA con su ley agrícola, el famoso Farm Bill, gastan en cada agricultor unos 27.000 dólares anuales frente a los 8.000 que gasta la CEE y que su liberalismo es sólo de fachada, además ha recordado a Andreotti nada más llegar de Houston, que en 1988 entraron en vigor los deprecados estabilizadores financieros que han reducido el gasto anual en agricultura, y por lo tanto las entradas de los productores, en más de 3.000 millardos» («Nuova Agricoltura», nº21, 1990).
Las negociaciones en la reunión del GATT de diciembre de 1990, causa del grave desacuerdo entre la Comunidad Europea y los Estados Unidos en materia de mercados agrícolas, fueron un completo fracaso. Entrevistados y periódicos acusaban a los EEUU de comportarse como si fueran los amos, «como han hecho en el Golfo Pérsico», pero a su vez preocupados porque la ruptura en materia agrícola traería consigo la anulación de todo el GATT y en consecuencia una dura guerra comercial «que podría ocasionar una catástrofe». Esperaban que los USA modificasen sus posiciones frente a la CEE, dado que las relaciones comerciales entre ambos suponen el 40% del comercio mundial. Este 40% de la CEE es una modificación radical respecto a la posguerra, y rompe la relación de vasallaje con los vencedores de la guerra mundial. También en 1990 hubo quien aventuraba la idea de que los USA iban a romper con el GATT creando un organismo económico inter-americano, el NAFTA, que comprendería Canadá, Estados Unidos y Méjico, con una población de 363 millones de consumidores, mientras que la CEE podía ser reforzada con un acuerdo con la EFTA que abarca a Austria, Finlandia, Noruega, Islandia y Suiza en un mercado único, superior a 360 millones de consumidores, lo cual traería consigo un gran bloque económico a nivel continental.
Cualquier acuerdo en materia del GATT es solo una tregua, que prefigura un choque todavía mayor que incluya al sector agrícola y minero en la carrera hacia los beneficios. Pero el choque entre los Estados Unidos y la CEE en materia agraria es solo un episodio de la lucha general por los mercados, en la que el actual desarrollo que el capitalismo ha alcanzado en la agricultura constituye un ulterior factor de ruptura.
Leemos en «Il Manifesto»:
«La política agrícola común europea sufrió un revés en 1993, cuando fue modificada en profundidad debido a la firma en el Uruguay Round del Acuerdo General sobre tarifas aduaneras y el comercio, el 15 de diciembre de 1993. ¿Qué había sucedido en el periodo que va desde 1993 a 1999? Estaban los mismos 'expertos' que en 1980, cuando las exportaciones mundiales de cereales eran de 200 millones de toneladas, y ellos habían previsto un crecimiento de 268 a 422 millones de toneladas en el periodo de 1995-2000. En realidad, han caído a 185 millones en 1996. El hecho es que países como China, India e Indonesia ya son autosuficientes. La producción china de grano se ha multiplicado por 4,2 entre 1975 y 1997 y la de maíz por 8. China tiene un excedente agrícola y alimentario desde 1980, mientras que la UE en 1996 ha tenido un déficit de 17 millones de toneladas, frente a los 2,4 millones de un año antes. ¿Donde están los fabulosos mercados prometidos? Es sabido que en los últimos 20 años la UE ha perdido 6,1 millones de personas ocupadas en la agricultura. Los próximos aumentos de productividad acelerarán el fenómeno. De hecho, si se suprimiesen todas las protecciones a las importaciones de los Quince, la sangría actual de 200 mil puestos de trabajo anuales se convertiría en una hemorragia, ya que contribuiría a aumentar la especialización y la intensificación».
La resistencia contra la competencia externa no cura las divisiones internas dentro de la Comunidad Europea. El editorial del mensual «Agricoltura» de abril de 1999, comentando el acuerdo sobre las negociaciones agrícolas de fecha 25-26 de marzo de 1999, lo define como un nuevo modelo de política agraria comunitaria, consistente en resistir en parte a las presiones de algunos para reconquistar las rentas perdidas en las negociaciones, que han reducido los precios de apoyo de los cereales, leche y carne, compensados por la concesión de ayudas a los agricultores, para aumentar la competitividad de las empresas y de la balanza de pagos. Italia se declara vencedora en las negociaciones agrícolas si bien debe encajar la reforma del sector lácteo-quesero del año 2003 al 2005. Es una concesión a las rentas ya existentes - que ha marcado una división dentro de la alianza entre Italia, Reino Unido, Suecia y Dinamarca, y el resto de países - para mantenerlas e incluirlas en el nuevo acuerdo.
Ningún acuerdo comercial o limitación de las producciones puede bloquear la evolución de la agricultura capitalista. Según lo que había escrito «Agricultura» en mayo de 1998, en Emilia-Romagna, región con una gran vocación agrícola, y por tanto indicativa del sector agrícola europeo que no es marginal, la hemorragia de puestos de trabajo es imparable. La mayor parte de las empresas agrícolas, los tres cuartos aproximadamente, están dirigidas por ancianos sin sucesión. Hay que preguntarse cómo y con qué repercusiones se integrarán en empresas de mayores dimensiones, y esto no sólo es válido para Emilia-Romagna sino para toda la agricultura, a lo que hay que añadir la reducción y la pérdida de muchas especies y la alteración de los ecosistemas agrícolas.
Últimos datos sobre la guerra comercial
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Este acuerdo del 25-26 de marzo de 1999 decía inspirarse en «valores de equidad y competitividad», términos que se anulan entre sí; además: ¿qué «equidad» hay en el capitalismo? En ese acuerdo se decidió reducir los precios de apoyo de los cereales, carne y leche, compensando con la concesión de ayudas directas, a través de la AGEA (Agencia para las erogaciones agrícolas) a los agricultores, para aumentar la competitividad de las empresas. ¿Quiénes recibirán las ayudas directas? Puesto que los acuerdos del GATT de 1993 prohibían a los países menos avanzados aumentar las ayudas agrícolas y obligan a los demás países del Sur a reducirlas en un 13%, es decir condenando a muerte a zonas agrícolas enteras, y esas normas no se atenuarán en el próximo Round WTO, las ayudas directas a las empresas sólo irán al Norte aumentando sus rentas. Pero con otras formas se perpetúan también las antiguas: Italia ha obtenido una financiación de mas de 1.800 millardos anuales.
Y ahora aparecen en el mercado los «ex-socialistas».
«En la Agenda 2000-2006 está prevista para el 2002 la adhesión de cinco países del Este: Estonia, Hungría, Polonia, Chequea y Eslovenia. Sería aberrante rechazar las ayudas dirigidas a los agricultores de los países del Este, que son los más pobres, si no se hace así la adhesión a la Unión va a ser una hecatombe de puestos de trabajo en la agricultura: 2 millones solamente en Polonia» («Il Manifesto»).
A finales de 1999 de cara a una mayor «liberalización» de los intercambios, se abrió una nueva vuelta de negociaciones de la Organización Internacional del Comercio (WTO), organismo que en 1995 sustituyó al GATT. Los Estados Unidos llegan a estas negociaciones en situación de fuerza y pretenden obtener el desmantelamiento de las protecciones que existen en la política agraria comunitaria. Podemos prever que la UE - actualmente sometida al terrorismo militar americano - resistirá para defender su mercado. Pero los resultados serán parciales y la guerra comercial no hará otra cosa que incrementarse. La apertura del mercado agrícola europeo a las mercancías americanas será un problema que las burguesías intentarán «resolver» mediante el choque directo entre imperialismos, y el acuerdo de Berlín sólo será una crónica de guerra.
La crisis de la economía, que crece cada vez más, llevará inevitablemente a una redivision de los mercados a través de la guerra.
Los países asiáticos llevaron a cabo la revolución burguesa en la posguerra. Desde mediados de los años 80 parece que India, China e Indonesia son exportadores de productos alimenticios. Corea del Sur que en 1975 tenía el 45% de la población activa dedicada a la agricultura, en 1993 sólo tiene el 14,7% lo cual es la muestra del paso forzoso de una sociedad agrícola a una industrial, acompañada de planes, como sucede en occidente, de renovación técnica y mecanización de la agricultura. El XV congreso chino se ha propuesto un incremento del PIB del 11% creyendo que en el 2000 alcanzarán a los países más avanzados. Los viejos países capitalistas han elaborado durante dos siglos unas técnicas altamente productivas, y los países con un capitalismo joven se encuentran con unas técnicas ya preparadas, también en materia agrícola, técnicas que les permiten un proceso acelerado, condicionado únicamente por el tiempo necesario para llevar a cabo la acumulación de capitales, necesarios para pasar de una sociedad predominantemente agrícola a una industrial, aunque sea con la llegada de capitales extranjeros, como sucede con Corea del Sur. En 1920 en América habían descendido por debajo del 30% las personas empleadas en la agricultura, en Inglaterra un 20%, ¡ambos muy superiores a Corea del Sur con el 14,7% actual¡ Lenin en «El extremismo, enfermedad infantil del comunismo», afirmaba que una de las tareas más difíciles para conseguir el socialismo, impuesta a todos los países capitalistas (excluyendo quizás a Inglaterra, donde la clase de los pequeños agricultores arrendatarios es muy pequeña), era la relación que el partido y la clase revolucionaria deberían establecer con amplios estratos productivos, que no son revolucionarios pero que todavía están presentes socialmente y siguen siendo útiles para la producción social.
Actualmente se puede prever que en muchos de los jovencísimos países capitalistas, como por ejemplo Corea del Sur, la táctica del partido en el campo encuentre muchas de sus tareas enormemente facilitadas.
Notes:
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Source: «La Izquierda Comunista», n. 12, mayo 2000