MEDIDAS ANTIOBRERAS Y REPRESIÓN EN ESPAÑA
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Medidas antiobreras y represión en España
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Pese a los obstinados intentos de los apologistas del capitalismo por presentarnos un panorama de color de rosa, la realidad material, el mejor aliado de los revolucionarios, se empeña en demostrar lo contrario. Así sucede con el gobierno burgués del PP, que ha puesto en marcha una machacona campaña de propaganda intentando convencer a los trabajadores de que la buena marcha de la economía también se refleja positivamente en sus condiciones de vida y trabajo.
El aumento en la siniestralidad laboral, de los contratos a tiempo parcial, los salarios de auténtica miseria... son el reflejo en los trabajadores de la buena marcha de la economía. Aumentan los beneficios empresariales a costa de la clase obrera, a quien se le van reduciendo progresivamente las mejoras conseguidas tras duras e históricas luchas. Así sucede con el llamado «medicamentazo», es decir, la eliminación de las subvenciones de la Seguridad Social a una amplia serie de medicamentos. Un claro reflejo de la desfachatez con la que se permite hablar ya la burguesía son los argumentos que han acompañado la adopción de esta medida antiobrera. Así, estos medicamentos retirados de la financiación pública, tendrían un efecto terapéutico «limitado», y sus efectos se suplirían «haciendo ejercicio» (en el caso de las cremas antivaricosas), o «bebiendo agua» (expectorantes y mucolíticos). La «oposición» al recorte en los medicamentos ha sido todo lo contundente que se podía esperar: manifestaciones con escasa repercusión y donde lo único que ha primado ha sido el oportunismo electoral, pues hasta el PSOE se ha sumado a las «protestas» haciendo gala de una formidable amnesia política olvidando medidas similares adoptadas durante su largo mandato anterior.
Paralelamente a estas medidas de «ajuste presupuestario» continúa la campaña de represión y de descrédito hacia aquellos sectores laborales que de una forma u otra se plantean luchar por sus intereses, si bien en algunos casos desde un punto de vista puramente corporativo o elitista (taxistas o los pilotos de Iberia y Air Europa).
Así ha sucedido con las manifestaciones de los taxistas de Madrid. Las protestas del mes de febrero, organizadas por la Federación Profesional del Taxi, tuvieron amplia repercusión en la circulación por las calles de la capital. Pese a tratarse de un sector (el taxi madrileño) donde los asalariados son minoría siendo mayoría los pequeños propietarios autónomos, el Estado burgués ha dejado caer su largo brazo represivo también sobre estos trabajadores autónomos que reivindicaban subvenciones para aparcar en el caótico aeropuerto de Barajas, una subida de tarifas del 11 % y la autorización para portar publicidad exterior. De esta guisa los taxistas que protestaban fueron apaleados por la policía, y prácticamente prohibidas sus medidas de fuerza (colapsar el tráfico). La justicia burguesa impuso a los organizadores de la protesta que realizasen una manifestación con un máximo de 50 coches ya que se perturbaban «los legítimos derechos de los vecinos y transeúntes».
En lo que respecta al anuncio de huelga en Iberia y Air Europa por parte del sindicato de pilotos (SEPLA), dicha huelga se desconvocó entre otras cosas porque los servicios mínimos decretados eran prácticamente del 100 por cien. En el caso de los paros parciales convocados en el Metro de Madrid se ha puesto en evidencia una vez más que la política de división y aceptación de la legalidad echa en saco roto la combatividad de los trabajadores.
Desde diciembre del año pasado, los sindicatos del Metro madrileño vienen convocando una serie de paros parciales con unos servicios mínimos marcados por ley que imposibilitan totalmente la más mínima efectividad de esos paros, ya de por sí limitados por su parcialidad. A principios de marzo, una parte del comité de empresa firmó una especie de preacuerdo-traición que irritó a los trabajadores, incluso a los propios afiliados a los sindicatos firmantes. Los trabajadores, indignados ante tal felonía, se dirigieron a los locales de los sindicatos firmantes e intentaron justamente dar su merecido en algún momento a los bonzos. La actitud combativa de una parte de la plantilla (CCOO no ha tenido más remedio que sumarse a la protesta para tratar de encauzar el asunto cuando la ocasión sea más propicia) ha motivado que la represión policial no se haya hecho esperar. Ya a finales de febrero se produjeron graves incidentes entre los trabajadores y los esbirros del capital que se ensañaron con los piquetes de huelguistas. Mientras tanto la huelga parcial está siendo conducida a un callejón sin salida. Aislados, divididos por las maniobras sindicales, apaleados por la policía y con unos servicios mínimos que en realidad son máximos, a los trabajadores del Metro sólo les quedaba el recurso al sabotaje de los trenes. Esto se ha realizado pero ha quedado reducido a actos aislados debido a la fuerte presencia policial y al esquirolaje de unos cuantos traidores que sólo merecen el desprecio del conjunto de la clase trabajadora. En definitiva, una vez más los trabajadores del Metro, como ha sucedido en otras ocasiones en esta misma empresa y en la EMT (autobuses de Madrid) van a sufrir una fuerte derrota que les postrará durante largo tiempo a merced de la patronal. Pese a todo, vaya desde aquí nuestro saludo a todos aquellos trabajadores del Metro que han intentado, con las limitadas fuerzas disponibles y en medio de la refinada traición sindical, defender sus propios intereses.
Esta experiencia, la experiencia de todos los días en todos los centros de trabajo, pone de manifiesto que solamente con organismos sindicales genuinamente clasistas, amplios e independientes de la patronal y su estado, las reivindicaciones obreras inmediatas pueden ser defendidas con posibilidades de éxito.
Source: «La Izquierda Comunista», N°8, Mayo 1998