BALCANES: UNA ÚNICA SALIDA
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La crisis rusa, que fue económica antes que política, crisis capitalista, marca el fin de la segunda posguerra, el fin del orden mundial surgido de la matanza imperialista, como fue diseñado en Yalta. Amenazadoras nubes, no demasiado distantes en el tiempo y en el espacio, se condensan sobre el mundo entero: un tercer conflicto mundial es inevitable desde el punto de vista capitalista en cuanto que solo este podrá suministrar al agonizante régimen las destrucciones necesarias para un nuevo desarrollo y un nuevo equilibrio.
Los últimos episodios bélicos revelan ya la colocación por parte de los diferentes imperialismos de sus piezas en las diversas zonas estratégicas del globo de cara al próximo choque armado. Los Estados Unidos, máxima potencia económica, en declive pero aún sólidamente en el primer lugar desde el punto de vista militar, ha hecho un buen juego para poner sus propias bases en Oriente Medio con la guerra iraquí, en Panamá, en el Cuerno de África con la operación « Restituir la esperanza», todo ello aprovechando la debilidad rusa y la falta de preparación europea, alemana, y japonesa.
De estas innumerables crisis, la más grave y más embrollada es ciertamente la yugoslava y de todos los Balcanes en general: el hecho de que por el momento las armas hablen solo en el ex territorio yugoslavo no significa que el conflicto no pueda extenderse a los países limítrofes.
Para una primera aproximación al problema citamos nuestro «Factores de raza y nación en la teoría marxista» aparecido en 1953 en nuestro órgano de entonces «Il Programma Comunista»:
«El ciclo histórico de la formación de los Estados burgueses nacionales, paralelo a la difusión del industrialismo y a la formación de los grandes mercados, se extiende sin más a Inglaterra, Francia, Alemania, e Italia; otras potencias menores pueden considerarse naciones establecidas: España, Portugal, Bélgica, Holanda, Suecia, y Noruega. La reivindicación marxista se extiende típicamente a Polonia y sirve sobre todo como declarada lucha contra la «Santa Alianza» de Rusia, Austria y Prusia. Pero tal ciclo se cerrará, en la visión marxista, dejando sin resolver, entre otros, el problema de los Eslavos del este y del sureste».
Para nosotros los comunistas, la cuestión nacional se ve en términos históricos y no absolutos: si bien nuestro fin declarado es una humanidad sin más fronteras, al mismo tiempo somos partidarios, en las áreas geopolíticas que lo requieran, de la lucha por la afirmación de los Estados nacionales, natural cumplimiento de la revolución burguesa contra las reaccionarias barreras feudales de obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas, premisa necesaria para la organización comunista de la sociedad futura. El estudio de tales áreas geopolíticas es indispensable para la táctica del Partido Comunista.
La alianza burguesía-proletariado auspiciada por Marx para la Europa occidental a finales del 1870 perdió su razón de ser en toda Europa con la realización de la revolución rusa. En ese momento Europa estaba bajo el dominio de los distintos bandoleros imperialistas a quienes se unirá rápidamente la Rusia de la contrarrevolución triunfante.
La falta de desarrollo en la región balcánica de fuertes burguesías nacionales es un dato que tiene sus raíces materiales en el tejido histórico y geográfico. Anticipando el estudio en este campo nos limitamos aquí a citar algunos hechos generales como causas determinantes de la situación actual.
Las últimas grandes inmigraciones desde Asia hacia Europa, que terminaron hacia el siglo XI, vieron poblaciones indoeuropeas que presionaban sobre las marcas germánicas y el Imperio bizantino. Eslavos y Ugrofineses llegaron en oleadas sucesivas hasta la línea Oder-Neisse, a la costa adriática habitada entonces por los Ilires, los actuales Albaneses, y a los montes del Epiro alcanzando el mar Egeo. Tal difusión no tuvo lugar en unos territorios que tuvieran un asentamiento homogéneo y se resolvió con una distribución discontinua en núcleos y bolsas de población separados hasta por centenares de kilómetros. Hoy esta situación todavía continúa. Por ejemplo, la región autónoma de Voivodina comprende: un 54,4% de Serbios, un 18,9% de Húngaros, un 5,4% de Croatas, un 3,4% de Eslovacos, un 2,3% de Rumanos, un 2,1 % de Montenegrinos, un 1% de Rutenos y un 12,1 % de nacionalidades diversas o no declaradas.
Del siglo XIII al XV a causa de una superpoblación en Alemania se dio una colonización alemana hacia el este que concluyó con la absorción de amplios territorios más allá del Oder-Neisse y la formación en todos los Balcanes de numerosos asentimientos urbanos basados en el artesanado y el comercio. Otro elemento a tener en cuenta como causa de la falta de desarrollo de la región es su posición geográfica, alejada de las principales rutas mercantiles de la época. La potencia otomana al dominar la región durante más de cuatro siglos representó un motivo ulterior de retraso histórico.
El capitalismo se impuso en Europa rompiendo viejos equilibrios. En el transcurso del siglo XIX el Imperio turco entró en una crisis profunda perdiendo pedazo a pedazo casi todo el territorio europeo. Rusia y Austria intentaron quitarle el puesto, los primeros con la perspectiva imperial de llegar al Mediterráneo, los segundos para adquirir mercados, ya que por motivos histórico-geográficos, no tenían la posibilidad de poseer un fuerte imperio colonial. En este choque sin fin, donde junto a Austria se coloca por los mismos motivos Alemania, intervendrán las potencias de Francia e Inglaterra para impedir que se afirme un solo contendiente, apoyando a unos u otros en busca de un equilibrio que impida la victoria aplastante de uno de los bloques.
En la guerra de Crimea (1853-1856) Francia e Inglaterra, y en segundo orden Italia, intervienen contra Rusia en apoyo de Turquía con el fin de evitar su cada.
A consecuencia de la derrota francesa de 1870 Rusia obtiene como compensación por no haber intervenido, la anulación de la neutralización del Mar Negro y el acceso con naves de guerra a los Estrechos.
La victoria de Rusia en la guerra contra Turquía del l 877-78 es cercenada por el Congreso de Berlín, donde Austria, Alemania, e Inglaterra, impidieron al Zar coger los frutos conquistados en el campo, dando lugar a una primera partición provisional del área. Inglaterra se contentará con Chipre, Austria obtendrá la administración de Bosnia-Herzegovina. Nacen de esto algunos Estados formalmente independientes pero que necesitan en realidad el apoyo de los grandes para continuar existiendo. Nacen así Rumania, Bulgaria, Serbia, Montenegro. Las siguientes guerras que tendrán lugar en los Balcanes, hasta el estallido de la l guerra mundial verán a estas pequeñas naciones jugar el papel de peones en el tablero maniobrado por los bandidos imperialistas, cambiando incluso de patrón en el curso de la partida.
En un primer periodo Bulgaria y Serbia son la larga mano rusa, mientras Austria y Alemania apoyan a Rumania en clara función antirrusa; Grecia es la protegida de Su Majestad británica.
Las fuerzas de la burguesía de estas jóvenes naciones son bastante modestas y no consiguen expresar un verdadero, autónomo, y duradero movimiento nacional. Tentativas, rápidamente derrotadas, las hubo, Bulgaria probó a quitarse de encima la protección rusa, a consecuencia de la guerra contra Serbia obtuvo el reconocimiento sobre Rumelia, pero en seguida, para mantenerla, fue obligada a volver bajo el Zar. La política antiaustriaca de Serbia no fue ciertamente autónoma, fue solo gracias al sostén de los capitalistas franceses que consiguió superar el bloqueo económico decretado por Austria.
La crisis de 1912-13 con las dos guerras que se sucederían a corta distancia ponen la piedra sepulcral sobre las perspectivas progresivas de las diversas burguesías nacionales. En el enrevesado juego de equilibrios vemos a Bulgaria pasar bajo la órbita austroalemana, a Serbia convertida en fiel aliada rusa, a Rumania alejarse de la influencia alemana. Turquía, en función antiinglesa (rivalidad en el Egeo con Grecia) y antirrusa, se acerca a Alemania de la cual obtiene numerosos capitales para las construcciones ferroviarias.
Al término de estas dos guerras se realiza una nueva partición precaria de las áreas de influencia en los Balcanes con un acrecentado peso de los imperios centrales. En este juego entre las partes por encargo de los diversos imperialismos, es evidente la falta de una lucha revolucionaria nacional-popular como fue la de Francia de 1789 o la lucha de Polonia en la segunda mitad del siglo pasado. La burguesía no guía al pueblo en la lucha incondicionada por afirmar su propia identidad nacional, como mucho presta sus brazos y la sangre proletaria a las diversas potencias.
Al final de la l guerra mundial Rusia como potencia imperial salió momentáneamente de la escena, la dictadura proletaria habiendo destruido aquella «prisión de los pueblos» en la perspectiva de una revolución internacional, habría sido también de ayuda para el desarrollo de las atrasadas poblaciones del este de Europa. Aquí destacamos que un vacío de poder se abre en los Balcanes.
Alemania salió malparada de la guerra, casi incluso destruida. El tratado de Versalles anuló al Imperio Austrohúngaro y redujo el territorio de los Reich alemanes. Las pretendidas garantías de una ecuánime paz basada sobre la autodeterminación de los pueblos fue una tremenda mentira utilizada por los bandidos imperialistas vencedores para sus sucios juegos. Las fronteras fueron trazadas sin ningún respeto por los pueblos. Hungría vio más de un tercio de la población fuera de sus confines, fuertes minorías húngaras se encontraron desde entonces en Rumania, Yugoslavia, Checoslovaquia. Bulgaria perdió su salida al Egeo y se le negó la actual Macedonia habitada por eslavos de estrecha parentela con los búlgaros.
Pero fue en Yugoslavia donde se alcanzó la máxima hipocresía por parte de los aliados. Temiendo el próximo retorno a la escena de las potencias alemana y rusa, y siendo obvio que las pequeñas naciones hubieran sido una presa más fácil, los aliados crearon el reino de los Eslavos del Sur uniendo bajo la hegemonía serbia a Eslovenia, Montenegro, Croacia y Macedonia. Montenegro era la única región que, a causa de una presencia serbia secular, tenía una homogeneidad con la casa madre; los croatas, del mismo origen que los serbios, hablan sufrido durante más de cinco siglos una dominación diferente que se verificaba en un alfabeto y una religión distintas. Por lo demás los eslovenos tenían poco que compartir con los macedonios o con los albaneses de Kosovo. El elemento de unión es verificable en la etimología misma del nombre Yugoslavia, es decir, eslavos del sur; ciertamente, aparte de los planes de los imperialismos, no había allí otra cosa.
En la entreguerra toda el área balcánica fue mantenida en un limbo provisional, en un equilibrio muy precario. Francia era demasiado débil y geográficamente
desfavorecida para ejercer un papel de guía en la región. Las alianzas estipuladas entre varios países en función antirrusa y antialemana no resistieron mínimamente a la prueba de los hechos.
La invasión de Checoslovaquia por parte de Alemania marca el inicio de la inversión del status quo en los Balcanes, a la vuelta de poco tiempo todos los países pasan a estar bajo la hegemonía alemana. Grecia es el único bastión sólido en manos inglesas.
El paso de Yugoslavia a la órbita del Reich tiene lugar con un fuerte choque entre la componente serbia y la croata. Solo la intervención militar alemana hará inclinarse la balanza a favor de los croatas. Eslovenia será absorbida en parte por la Kunsterland y en parte por Italia, Croacia en cambio fue erigida en reino independiente así como Montenegro, bajo tutela italiana, que se anexionó buena parte de Dalmacia. Serbia fue sometida al mando directo militar de la Wehrmacht.
El movimiento de la resistencia se desarrolló en dos ejércitos contrapuestos, uno protegido por los aliados (Mihalovic), el otro por los rusos (Tito). Posteriormente a los acuerdos entre aliados y rusos, los aliados abandonaron al poco seguro Mihalovic reconociendo a Tito el papel de guía. Es célebre el informe de Churchill en sus memorias, donde recuerda que escribió sobre un pedazo de papel Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría: 90% para Rusia, 10% para los aliados; en el caso de Grecia se daban los mismos porcentajes pero invertidos los factores, Yugoslavia al 50%, contando con la aprobación del Bigotudo (Stalin).
En Yalta. con los porcentajes arriba citados fue repartida el área Balcánica. La ruptura « ideológica» de Tito se puede explicar muy bien con esos porcentajes del 50%. Pese a la nueva vía y a la cara humana del socialismo, lo que siempre había era la esclavitud asalariada, la economía mercantil, llamados con sustantivos diversos, tanto bajo la protección de los aliados y de Rusia como tras la primera guerra en función antialemana.
Es la crisis del capitalismo, y en particular del ruso, el motor de la guerra actual en Yugoslavia. El momentáneo vacío de poder dejado por la ex-URSS ha sido en seguida suplido, en parte, por la realzada potencia alemana. No por casualidad fueron precisamente Alemania junto a Austria (y al Vaticano) los primeros en reconocer a Eslovenia y Croacia. Las otras potencias, tras débiles intentos de convocar conferencias internacionales, han debido aceptar el hecho consumado de la disgregación yugoslava iniciando, sin embargo, los choques en el campo de batalla para establecer los confines «justos».
La historia no ha progresado ni un milímetro. Para oponerse al expansionismo alemán, que se apoya en los croatas, los EE.UU., Gran Bretaña y Francia maniobran sus propios peones para sus sucios intereses; Rusia por su parte, tras la tremenda bofetada, retoma también aunque con menor vigor su impulso hacia el Mediterráneo.
En un primer momento EE.UU. había jugado la carta serbia, enviando a un representante millonario de origen serbio, pero Rusia ha hecho oír su antigua voz y a los yanquis les ha tocado, aparentemente, desentenderse. El papel jugado por la ONU es también asqueroso, instrumento de los imperialismos vencedores de la segunda guerra mundial, en particular de Estados Unidos, quien tras mil dificultades debidas a la distancia y a la no poca tensión en la zona, intentan establecer su feudo directo, lo que no consiguió al final de la guerra mundial. Gran Bretaña, fiel aliada, está dispuesta a echar una mano. Francia querría ejercitar, tradicionalmente, una política autónoma pero tiene que disputar el puesto a las otras potencias imperialistas.
Italia, derrotada en la segunda guerra mundial y con algunas bases de la OTAN en su territorio, está obligada a servir a América aunque no despreciaría tomar un pedazo de Dalmacia o más allá: en Albania ya ha metido el pie, con respecto a lo que queda se mantiene a la expectativa en espera de un momento mejor.
Sin tener claro este cuadro histórico que el capitalismo no está en condiciones de resolver, la guerra yugoslava se hace incomprensible, las masacres, «noticias» inexplicables. Estas, conducidas a menudo por los mismos ejércitos contra la población que pretenden representar, como en el caso de las granadas disparadas sobre su propia gente, sirven para encender los ánimos, para implicar a los proletarios en una guerra que no sienten como suya.
Es significativo el hecho de que los ejércitos en el campo de batalla no son solo ejércitos nacionales constituidos por reclutamiento entre la población sino que son mercenarios en gran parte. Es también significativo que al inicio del conflicto, el ejército yugoslavo en manos de los serbios no haya sido utilizado por fenómenos de deserción, además de por las huelgas y las manifestaciones hostiles al desencadenamiento de la guerra.
La reivindicación, hoy mas que nunca, de los pueblos de los balcanes, agredidos y no agredidos, de la lucha por una identidad nacional es falsa, antihistórica y reaccionaria. Falsa porque no son los pueblos los que combaten, sino los diversos imperialismos que los utilizan como parachoques. En el crisol yugoslavo hay alianzas que duran una noche, la misma etnia se divide en frentes opuestos, como los musulmanes, encuadrada una parte de ellos con los croatas, otra parte con los serbios, y aun otra de manera autónoma.
Reaccionaria y antihistórica porque ya no hay más barreras feudales a abatir tales como para justificar una guerra nacional, por el contrario para los proletarios queda una única perspectiva, el abatimiento del monstruo capitalista. Ninguna solidaridad con los pueblos «oprimidos», la única opresión en el mundo entero es la del imperialismo con todas sus caras.
El nuevo equilibrio en los Balcanes es ultraprecario, la guerra que siembra la muerte lenta y la destrucción no está destinada a extinguirse por intervención de la virgen de Mudjgore, o de los enviados de paz. El choque interimperialista se hace cada vez más feroz; si se llega a una tregua, a un acuerdo entre los imperialismos, será sólo temporal y para preparar nuevos choques cruentos hacia la tercera guerra mundial.
Reencuentren los proletarios de los Balcanes y del mundo entero la vía que fue indicada por el Partido Socialista Serbio, que en los inicios de la l matanza mundial negó su apoyo a la ya reaccionaria burguesía nacional, exponiendo la única vía a recorrer: la subversión comunista del orden social.
Source: «La Izquierda Comunista», n° 3, Noviembre 1995