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EL PROGRAMA REVOLUCIONARIO INMEDIATO


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El programa revolucionario inmediato
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El programa revolucionario inmediato

1 – Con la gigantesca y potente reanudación a escala mundial del movimiento revolucionario en la primera posguerra, cristalizado en Italia en el sólido partido constituido en 1921, fue claro que el postulado urgente era la conquista del poder político, y que el proletariado no lo coge por una vía legal, sino con la acción armada; que la mejor ocasión para ello surge de la derrota militar del propio país y que la forma política consecutiva a la victoria es la dictadura del proletariado. La transformación económica y social es una tarea ulterior, cuya condición primera está dada por la dictadura.

2 – Al ser larguisima la vía que conduce al comunismo pleno, el «Manifiesto de los Comunistas» aclaró que las medidas sociales posteriores que se vuelven posibles, o que se toman «despóticamente», varían según el grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas del país en el cual el proletariado ha vencido y «según la rapidez con que dicha victoria se extiende a otros países. El «Manifiesto» indicó las medidas adecuadas en aquel entonces, esto es, en 1848, para los países europeos más evolucionados, y recalcó que no se trataba del programa del socialismo integral, sino de un conjunto de medidas que calificó de transitorias, inmediatas, variables y esencialmente «contradictorias».

3 – Ulteriormente, muchas medidas dictadas entonces a la revolución proletaria fueron tomadas por la burguesía misma en éste o en aquel país, como por ejemplo: la instrucción obligatoria, el Banco de Estado, etc. Ello fue uno de los elementos que engañaron a los partidarios de una teoría no estable y reelaborada de continuo según los resultados históricos.

Aquel hecho no autorizaba a creer que hubiesen cambiado las leyes y previsiones precisas del paso del modo capitalista de producción al socialista, con todas sus formas económicas, sociales y políticas, sino que sólo significaba que seria diverso y más fácil el primer periodo postrevolucionario, el de la economía de transición al socialismo, que precede al periodo consecutivo del socialismo inferior y al último del socialismo superior o comunismo integral.

4 – El oportunismo clásico consistió en hacer creer que todas aquellas medidas, de la más baja a la más alta, podrían ser aplicadas por el Estado burgués democrático bajo la presión, o directamente la conquista legal del mismo, por parte del proletariado. Pero, en tal caso, esas diversas «medidas», si fueran compatibles con el modo capitalista de producción, hubiesen sido adoptadas en interés de la continuidad del capitalismo y para postergar su caída; y si fueran incompatibles con él, jamás hubiesen sido realizadas por el Estado.

5 – El oportunismo actual, con su fórmula de la democracia popular y progresista, en el marco de la constitución parlamentaria, tiene una tarea histórica distinta y peor. No solo ilusiona al proletariado haciéndole creer que algunas de las medidas que le son propias puedan ser incluidas entre las tareas de un Estado interclasista y de varios partidos (o sea, al igual que los social demócratas de ayer, reniega de la dictadura), sino que conduce directamente las masas que encuadra a luchar por medidas sociales «populares y progresistas» que se oponen directamente a las que el poder proletario se fijó siempre desde 1848 con el «Manifiesto».

6 – Nada podrá mostrar mejor toda la ignominia de semejante involución que una lista de medidas que deberían formularse en un país del Occidente capitalista – cuando se plantee en el futuro la conquista del poder – en lugar de las del «Manifiesto», incluyendo sin embargo las más características de las de aquel entonces.

7 – La siguiente es una lista de tales reivindicaciones:
a) «Desinversión de los capitales», esto es, asignación de una parte mucho menor del producto a bienes instrumentales y no de consumo.
b) «Elevación de los costos de producción» para poder dar, mientras subsistan el salario, el mercado y la moneda, pagas más altas por menos tiempo de trabajo.
c) «Reducción drástica de la jornada de trabajo» a la mitad de las horas actuales por lo menos, absorbiendo el paro y las actividades antisociales.
d) Una vez reducido ya el volumen de la producción con un plan de «subproducción» que la concentre en los terrenos más necesarios, «control autoritario de los consumos», combatiendo la moda publicitaria de los consumos inútiles, dañinos y de lujo, y aboliendo por la fuerza las actividades destinadas a la propaganda de una sicología reaccionaria.
e) Rápida «ruptura de los limites de la empresa» con la transferencia autoritaria, no del personal, sino de las materias de trabajo, yendo hacia el nuevo plan de consumo.
f) «Abolición rápida de la previsión social» de tipo mercantil, para sustituirla con la alimentación social de los no trabajadores a partir de un mínimo inicial.
g) «Detención de la construcción» de casas y lugares de trabajo en torno de las grandes ciudades, e incluso de las pequeñas, como punto de partida para encaminarse a la distribución uniforme de la población en el campo. Reducción de la congestión, la velocidad y el volumen del tráfico prohibiendo el inútil.
h) «Lucha decidida contra la especialización» profesional y la división social del trabajo, mediante la abolición de las carreras y títulos.
i) Medidas inmediatas obvias, más cercanas a las políticas, para someter al Estado comunista la escuela, la prensa, todos los medios de difusión, de información, y la red de espectáculos y diversiones.

8 – No es extraño que los stalinistas y sus semejantes, con sus partidos de Occidente, reclamen hoy todo lo contrario, no solo en sus reivindicaciones «institucionales», es decir, en las político-legales, sino también en las «estructurales», esto es, en las económico-sociales. Eso permite que su acción sea paralela a la del partido que conduce el Estado ruso y los Estados ligados al mismo, en los cuales la tarea de transformación social consiste en el paso del precapitalismo al pleno capitalismo, con todo su bagaje de exigencias ideológicas, políticas, sociales y económicas, todas ellas orientadas al cenit burgués y dirigidas con horror sólo contra el nadir feudal y medieval. Estos socios de Occidente son tanto más unos inmundos renegados cuando que aquel peligro, físico y real aún en la parte del Asia actualmente en efervescencia, es inexistente y fingido para los proletariados metropolitanos que aquí están bajo la bota civil, liberal y onusiana de la arrogante capitalarquía norteamericana.


Source: «El Programa Comunista», N° 33, (Reunión de Forli, 28 de diciembre de 1952)

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